El presidente Sánchez, alias Don piso, se ha remangado las últimas semanas y, cual vendedor de calcetines de mercadillo (“¡Dos pares por solo 5 euros, señora, dos pares y otro más de regalo!”), ha comenzado a repartir pisos públicos de alquiler social a troche y moche. Comenzó el 17 de abril, anunciando poner a disposición de jóvenes y familias, en alquiler asequible, 50.000 pisos propiedad de la SAREB. Esta sociedad, conocida como el banco malo, pertenece al Estado (50,14%) y a un conglomerado de bancos y financieras: Banco Santander, Caixa Bank, Mapfre, Mutua Madrileña, almas caritativas todas ellas.

“¡Más, más!”, gritó el público que acudió al mitin en el que se anunció lo anterior. Así que, dos días después, el 19 de abril, Sánchez volvió a la carga prometiendo financiar a través del ICO (Instituto de Crédito Oficial), 43.000 viviendas más, porque “vamos a hacer del acceso a la vivienda un derecho y no un problema”. Finalmente, una semana más tarde, el 25 de abril, anunció en el Senado la construcción de otras 20.000 viviendas públicas en terrenos del Ministerio de Defensa, añadiendo que si se sumaba lo anterior a lo proyectado por el Ministerio de Transportes, en los próximos años se realizarían 183.000 viviendas públicas en alquiler. ¿Quién da más?

Uno, que tiene ya sus años, recuerda la campaña de elecciones de 1982, aquellas en las que el PSOE logró mayoría absoluta en el Congreso. Felipe González prometió crear 800.000 puestos de trabajo (había dos millones de parados y paradas), pero sucedió lo contrario: en aquella legislatura se destruyeron 800.000 más. Algo parecido sucedió con la OTAN, de la que se dijo que de eso nada, monada, y terminó metiéndonos a empujones en la misma. Poco después, su ministro Javier Solana, era ya secretario general de esa alianza criminal.

Pues bien, la pregunta es sencilla: si resulta tan fácil aprobar la creación en un plis-plas de 183.000 viviendas públicas en alquiler razonable, ¿por qué no lo ha hecho ya en sus cinco años de gobierno? Si tan sencillo es convertir el problema de la vivienda en un derecho, ¿cómo es que después de 26 años de gobiernos socialistas (González, Zapatero, Sánchez), éste aparezca en las encuestas oficiales como una de las principales preocupaciones de la ciudadanía?

Mienten más que hablan. Y si no, que lo diga el Frente Polisario, que ha visto cómo el PSOE ha pasado de defender el derecho de autodeterminación saharaui, a bendecir un estatuto de autonomía marroquí. Y todo esto sin que Sánchez, el presidente del gobierno más progresista de la historia del Estado español, perdiera su adorable pose y sonrisa.

El día oficial de comienzo de la campaña electoral hubo en Iruñea cuatro manifestaciones y concentraciones. En la primera, a las 11,00 horas, impulsada por el Movimiento de Pensionistas, se subrayó que el recién aprobado decreto-ley de reforma de las pensiones no responde, ni de lejos, a sus necesidades y reivindicaciones, criticándose igualmente el reciente acuerdo de CCOO y UGT con la patronal relativo al fomento en los convenios de los planes de pensiones de empresa.

La segunda, a las 12,00 horas, fue una cadena humana para reclamar la oficialidad del euskera en Navarra, exigiendo una nueva Ley del Euskera que acabe con la discriminación que supone para la población vascoparlante la actual zonificación lingüística. Acabada ésta, a las 13,00 horas, una nueva concentración ha recordado el asesinato policial por disparo a bocajarro de Jose Luís Cano, durante la II Semana pro-amnistía de mayo de 1977, denunciando aquel crimen y exigiendo la justicia que sigue negando la Ley de Memoria Democrática. Finalmente, por la tarde, a las 18,00 horas, una manifestación convocada por varios colectivos sociales ha reivindicado el derecho universal a la vivienda y denunciado la piratería bancaria y de los fondos de inversión, así como la falta de iniciativa e inversión pública para impulsar la vivienda en alquiler.

Digo lo anterior porque, guste o no, el mundo de la política institucional, mucho más aún en tiempo de elecciones, no suele coincidir con la realidad social vivida en calles, barrios y pueblos. Los carteles y mitines de los partidos hablan mucho de sus primeros espadas, los posibles gobiernos a crear y de las bondades de los programas propios, pero el distanciamiento de las gentes con respecto a unas campañas largas y cansinas, de puro marketing y diseño, es cada vez más evidente.

Decía Quevedo en uno de sus mejores poemas: “Traten otros del gobierno, del mundo y sus monarquías, mientras gobiernan mis días mantequillas y pan tierno, y las mañanas de invierno, naranjada y aguardiente”. Pues bien, mientras las monarquías y sus gobernantes estatales y autonómicos nos dicen que todo va bien, que no nos preocupemos porque las cosas van mejorando poco a poco, el pan tierno, la mantequilla, los huevos y el aceite, gritan lo contrario. Y la cesta de la compra no miente. Tampoco el descenso del poder adquisitivo de sueldos y pensiones acumulado durante estas últimas en las que hemos tenido los gobiernos más progresistas de la historia. Y de derechos y libertades democráticas (Ley Mordaza, Ley de Secretos Oficiales, Ley de Extranjería,...) mejor no hablar.

Y termino. Bruselas ha dicho que no hay mus. Que tocan vacas flacas. El gobierno de Sánchez se ha comprometido ante la Comisión Europea a reducir notablemente el déficit y la deuda pública en los próximos años. Adivina, adivinanza: ¿a qué partidas presupuestarias afectará lo anterior, a Defensa o a Sanidad, al TAV o a Educación? Por si fuera poco, tanto el Banco de España como la AIRF (Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal; o sea, los nuevos hombres de negro), han dicho que esta propuesta se queda corta, que hay que apretar más las clavijas. Mientras tanto, en muchos mitines se siguen repitiendo cansinamente promesas que no se cumplieron, regalando pisos por cientos de miles y vendiendo a espuertas falsos crecepelos.