En el cine del siglo XXI hay desigualdad real e igualdad cuestionable entre mujeres y hombres. Dentro de la primera categoría, la desigualdad real, destaca el hecho de que sólo el 15% de las direcciones de películas españolas las realizan mujeres (estudio realizado por DAMA con la colaboración de la Academia de Cine en 2022), y, si miramos a Hollywood, sólo el 11%. También existen diferencias a favor de los hombres respecto a personajes protagonistas y otros profesionales de cinematografía, pero lo voy a dejar aquí porque quiero abordar la igualdad cuestionable.

El siglo XX ha estado lleno de películas protagonizadas por hombres en papeles que mostraban su poder, fortaleza y destreza como espías, asesinos a sueldo, matones, espías, jefes de grupos criminales, guerreros, superhéroes, etcétera, en películas con violencia. Si aparecían mujeres a su lado, solían ser quienes tenían papeles irrelevantes, quienes debían ser salvadas, las que mostraban menos habilidades e, incluso, quienes entorpecían, sin perseguirlo, el buen hacer del protagonista. Existían excepciones (por ejemplo, Alien, 1979), pero eran minoritarias. Conforme acababa el siglo pasado y avanzaba el actual, el número de protagonistas mujeres de ese tipo de películas iba en aumento. Han continuado creciendo mucho, aunque todavía son minoría en la actualidad. Las preguntas que me hago son: ¿se trata de un avance hacia la igualdad? ¿No es una igualdad cuestionable?

El 92% de los homicidios y asesinatos en España los cometen los hombres. El número de hombres presos en cárceles españolas por diversos delitos también ronda el 92% del total a lo largo de los años. La violencia es mayoritariamente masculina, tanto en España como en el resto del mundo. Repartir igualitariamente los papeles de las películas es correcto y necesario, no deberíamos volver hacia atrás, pero, claramente, en el caso de la violencia, es un paso que requiere de una examen, una educación de los más jóvenes y un cuestionamiento. ¿No se está contaminando la igualdad que muchos defendemos con el mundo violento de los hombres? ¿Esto no es cambiar algo para, en el fondo, no cambiar nada? El cine marca estereotipos que calan en la sociedad, especialmente entre la infancia y la juventud. Muchas películas actuales muestran el empoderamiento de las mujeres a través de la violencia, al mismo nivel que el que han tenido siempre los hombres. ¿No es un mal modelo?

Todo lo anterior me ha conectado con un tipo de violencia de género que se da ahora entre adolescentes, y me pregunto hasta qué punto las películas que vemos y, en general, la cultura que consumidos juegan un papel importante en su aparición. Hay mujeres adolescentes víctimas de violencia de género que pertenecen a lo que se denomina como “víctimas guerreras”. Han escuchado y adoptado mensajes de igualdad entre mujeres y hombres, han aprendido a ser libres, a elegir su futuro sin las limitaciones de otros tiempos y a ser independientes. Y, al mismo tiempo, han aprendido y adoptado los mitos del amor romántico y los modelos de género tradicionales. En algunos casos, esto se traduce en relaciones de pareja en las que si él grita, ella grita, si él espía el móvil de ella, ella espía el móvil de él, si él la controla, ella lo controla, si él la insulta, ella lo insulta, etcétera. Y lo que es peor: ella acepta y normaliza el maltrato de él porque ella también lo ejerce. Es un empoderamiento mal entendido. Se adopta la igualdad desde la violencia en vez de exigir la igualdad desde el respeto. Este tipo de parejas, si no se rompen, evolucionan hacia una relación de violencia de género como las que siempre han existido, en la que solo él ejerce la violencia.

Debemos seguir trabajando por alcanzar la igualdad de las mujeres en montones de frentes en los que todavía sufren discriminación. Y, al mismo tiempo, no debemos olvidar, ya vamos tarde, que es imprescindible que los hombres emprendamos los enormes cambios que necesitamos. Debemos reducir drásticamente nuestra violencia, de la que somos autores muy mayoritarios. El futuro no debe consistir en atraer a las mujeres a nuestro mundo violento, sino en abandonarlo nosotros, los hombres.