Los niños, reunidos con sus progenitores, se incomodaban con la espera, pero había que tomar buenas posiciones para poder contemplar el desfile, pues los adultos miden mucho y sus espaldas ocultan el panorama. En primera fila aguardaban desde hacía un rato el inicio. Desde la cercana plaza de Neptuno, cerca del Congreso de los Diputados, aguardaban el presidente del gobierno, los reyes, las personalidades... Pero ahí era difícil hallar sitio para ver algo, se agolpaban muchos personajes y televisiones. Cuando comenzaron a pasar las tropas, la caballería con uniformes de gala, montada en sus hermosos corceles, los ejércitos de diferentes batallones y con diversas misiones, los tanques rugientes y temibles, los aviones y helicópteros trepidantes se conmovieron entre asombros.

No deja de ser chocante que en estos tiempos revueltos para España, donde gobiernan en parte los que plantean dividirla, trocearla, se siga organizando como si nada pasara tal desfile con honores el 12 de octubre, unido además a la celebración de la Virgen del Pilar, el día de María, la madre de Jesucristo, la misma que comenzó a celebrarse bajo la advocación de Reina de la Hispanidad, la de Guadalupe, pues en su monasterio se reunieron con Colón los Reyes Católicos, antes de partir a encontrar América en 1492. La acción de gracias por tal evento se realizaría con la referencia de Zaragoza, el lugar donde la tradición habla de la maternal aparición celeste al apóstol Santiago, para reconfortarle ante la dureza de los ibéricos, reacios a conversiones entonces. La Mujer, la Madre pura, la Nueva Eva, sería así quien se convertiría en la protectora bajo cuyo manto se acogerían los hispanos durante los siglos posteriores.

Es indudable que, más allá de conquistas, descubrimientos y ejércitos, la evangelización de América y la unidad de un imperio que duró centurias, uno de los más grandes y consistentes de la historia de la humanidad, fue importante, y lo sigue siendo. Últimamente se hacen lecturas críticas, pero, una vez sucedidos los acontecimientos, lo mejor es sacar provecho de ellos, intelectualmente y de modo práctico. Hay un tejido cultural que nos une especialmente a la América hispánica, de modo que hace fácil el entendimiento entre unos y otros, cuando se busca. Lástima que hoy parezca preponderar la diferencia, la distancia y malinterpretación, propiciando la división. La variedad no tendría por qué impedir una unidad que nos da enormes beneficios de todo tipo: lengua, comercio, preeminencia cultural, relevancia ante el resto de la humanidad. El mundo hispánico parece crecer y cada vez es más importante ante el anglosajón, el francófono o el chino. 548 millones de hablantes de español son significativos.

Cuando pasaron los legionarios desafiando a la muerte, gallardos, fieros, orgullosos, su célebre cabra cubierta con el gorro, los muchachos la señalaron alborozados. Somos habitantes de un país fascinante, contradictorio y bastante misterioso.

*El autor es escritor