El acto del día 31, donde Leonor de Borbón jurará o prometerá la Constitución y la parafernalia vinculada al acto como la imposición de un collar del Toisón de Oro para el que se le desconoce mérito alguno, no son sino un acto más de afirmación de una institución cada vez más alejada de la ciudadanía.

Una institución que no responde de sus actos, basada en antiguallas como la prevalencia del varón sobre la mujer. Una rancia institución incompatible con una sociedad plenamente democrática.

Una parafernalia decimonónica en una España del siglo XXI. Una institución que nos retrotrae a una España que, como pedía Joaquín Costa hace más de cien años, necesita que pongamos definitivamente doble llave al sepulcro del Cid.

Pero el acto del 31 no es sino parte de un acto de afirmación monárquica y de una monarquía que, pese a quien pese, no logra convertirse en una institución propia del siglo XXI.

Unos días antes Leonor de Borbón Ortiz ha jurado bandera como cadete tras haber aprobado en un mes el primer curso de la academia militar. El hecho de que para ser heredera de la Jefatura del Estado sea condición el pasar por las academias militares, arrastrarse con un fusil o nadar con una mochila a cuestas, se nos trata de vender como un hecho lógico ya que ostentará (esperemos que no), la jefatura de las Fuerzas Armadas. En primer lugar, esa jefatura es constitucionalmente honorífica, y en segundo lugar para ostentar la cartera de Defensa y, por lo tanto, el mando efectivo de las Fuerzas Armadas no es condición, al revés, ser militar, hace cuarenta años que ese cargo lo ostentan civiles, varones y mujeres.

Estos actos, unidos a la utilización de la imagen de Leonor de Borbón para “humanizar la monarquía”, forman parte de una operación, El rey ha muerto, viva el rey, de largo alcance que comenzó cuando el presunto delincuente de Abu Dabi se vio obligado a dimitir.

Pero la historia nos muestra el verdadero sentido de la monarquía. La historia de los borbones viene determinada por su historia, atravesada por una hebra de corrupción y de compromiso con la oligarquía.

Y es que la única patria de los Borbones ha sido el trono y a ello han sacrificado lo que hiciese falta. La monarquía ha estado estos doscientos últimos años en todas y cada una de las operaciones de supresión de libertades y derechos que hemos venido sufriendo. Es una monarquía construida golpe a golpe, un somero repaso lo atestigua, 1807, 1814, 1823, 1874, 1923, 1932, 1936, ¿1981?.

Éste y no otro es su historial del servicio a España.

Los acontecimientos de este mes, jura de bandera, besamanos del 12 de octubre, jura de la Constitución…, nos muestran a una monarquía que identifica a España con su ejército. ¿Qué hacen el rey y Leonor de uniforme el día nacional de España, no el de las Fuerzas Armadas?, pues que este monarca se identifica con el diseño de monarquía de Cánovas del Castillo hace 140 años.

Este monarca no ha dado ni un solo paso real para cambiar esta monarquía decimonónica que padecemos, no se ha cambiado el artículo que da preeminencia al varón sobre la mujer, no ha renunciado, siquiera simbólicamente, a su impunidad legal, y, no nos olvidemos, renunció a la herencia, confirmando implícitamente en su comunicado la culpabilidad de su padre, no cuando se enteró él, sino un año y pico más tarde, cuando nos enteramos la ciudadanía.

Trescientos años de borbones ya son suficientes.

Los poderes políticos, económicos y mediáticos que apoyan la monarquía lograrán retrasar el momento, pero el futuro de nuestro país es un futuro plenamente democrático, o sea, republicano.

Necesitamos una rebelión democrática que rescate lo mejor de nuestra historia para, apoyados en ella, mirar al futuro para conseguir un país mejor.

Necesitamos la Tercera República. Nos merecemos un país donde la republicana ondee libertad.

Junta Republicana de Izquierdas de Navarra