Las ciudades de más de 50.000 habitantes deben declarar Zonas de Bajas Emisiones con el objetivo de mejorar la calidad del aire que respiramos y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que están provocando el fenómeno del cambio climático. Y no es suficiente lo establecido el 5 de enero de 2023 por el Ayuntamiento de Pamplona, limitándolo a la zona de acceso controlado del Casco Viejo. Parece una decisión tomada para salvar el expediente sin justificar que se cumplen las premisas citadas. Es evidente que no es así y la anunciada revisión no llega.

Las Zonas de Bajas Emisiones deben identificar un ámbito delimitado, de carácter continuo en el que se aplican restricciones de acceso, circulación y estacionamiento de vehículos para mejorar la calidad del aire y mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero.

Por tanto, deberían incorporarse las zonas de peor calidad del aire, y con toda seguridad los Ensanches que rodean a la avenida Baja Navarra, el vial del núcleo urbano con mayor circulación de vehículos automóviles, y consecuentemente la zona de peor calidad del aire.

La reducción del tráfico que acarrearía con toda seguridad la implantación de una zona con un ámbito coherente con la problemática de Pamplona haría que se redujeran las emisiones de gases contaminantes como los óxidos de nitrógeno o las partículas sólidas cuya normativa de protección de la salud humana la Comisión Europea ha decidido endurecer, incorporando nuevos valores límites más próximos a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud. Los valores límite

anuales para los contaminantes con mayor impacto documentado en la salud humana,

las PM2,5 y el NO2 se reducirán respectivamente de 25 μg/m³ a 10 μg/m³ y de 40 μg/m³

a 20 μg/m³ (los valores orientativos de la OMS son 5 μg/m³ y 10 respectivamente).

Con este cambio, Pamplona y la práctica totalidad de ciudades europeas pasarán a incumplir los nuevos límites y estarán obligadas a adoptar medidas para cumplirlos en 2030.

Estas medidas deberán además tener como consecuencia la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero y la reducción de los niveles de ruido que soportamos, ya que a día de hoy en muchas de nuestras calles se incumple la normativa vigente de ruido ambiental. A este tema no se le suele dedicar la atención que merece pues está científicamente comprobada la afección a la salud que supone.

Es imprescindible que las autoridades municipales acometan medidas que deben contemplar la reducción del tráfico que circula por nuestra ciudad. Ello redundará en una ciudad más saludable y más amable para el ciudadano, incrementándose además la seguridad ciudadana con menos incidentes relacionados con ella.

Estos últimos días estamos asistiendo a cortes de tráfico en la avenida de Baja Navarra debido a las protestas de los agricultores que aparcan en la misma sus tractores, lo que obliga a los conductores a tomar itinerarios alternativos para evitar dichos tramos y las zonas aledañas congestionadas.

Ya sabemos que las medidas de reducción y restricción de tráfico son muy impopulares y el mejor ejemplo en Pamplona lo tuvimos hace cuatro años, cuando se adoptaron medidas ambiciosas en la calle Amaya, que además suponían una mejora evidente en los tiempos de circulación del transporte urbano, pero se revertieron en escasamente una semana al no mantener el Ayuntamiento su decisión por las protestas que se produjeron. En mi opinión, no hubo tiempo suficiente para que los afectados buscaran soluciones alternativas que recondujeran la situación a un escenario aceptable para todos.

Analizar lo que está sucediendo en Pamplona estos días con la perturbación del tráfico en la Baja Navarra, que curiosamente no han acarreado protestas de la ciudadanía que hayan trascendido públicamente, podría dar mucha información para conocer cómo afecta a la movilidad real esta situación (qué recorridos alternativos adoptan los conductores, cómo repercute en el transporte público…) y puede servir para testar futuras medidas de restricción de tráfico.

Adoptar decisiones valientes bien planteadas y justificadas puede llevar asociadas protestas a corto plazo pero con toda seguridad una evidente mejora a largo plazo tanto en la habitabilidad de la ciudad como en la seguridad y salud de sus habitantes.

El autor es químico experto en temas medioambientales