“La resistencia antimicrobiana es una gran amenaza que vamos a tener que enfrentar en todo el mundo, principalmente, por el uso indebido y excesivo de los antibióticos tanto en animales como en humanos”. Así de tajante lo afirma nuestro compañero Carlos Mediano Ortiga, médico investigador en salud y desarrollo. Y es que las bacterias multirresistentes ya causan 1,27 millones de muertes directas cada año en el mundo y generan un gasto sanitario adicional de unos 1.500 millones de euros en Europa. En España, los fallecimientos por esta causa se estiman en 4.000 anuales. Se prevé que para 2050, la resistencia antimicrobiana causará 10 millones de muertes en el mundo, superando las muertes mundiales por cáncer, y supondría una caída del PIB mundial entre el 2 y el 3,5%. Estamos ante una emergencia sanitaria mundial y urge tomar decisiones.

La resistencia antimicrobiana es un claro ejemplo de la importancia de tener en cuenta el enfoque One Health, una sola salud, cuando se trata de abordar problemas de salud global. La salud de las personas, los animales y los ecosistemas está estrechamente interrelacionada. Es fundamental hacer un abordaje intersectorial para afrontar el grave problema de la resistencia antimicrobiana y las amenazas para la salud de tres grandes crisis planetarias: cambio climático, pérdida de biodiversidad y contaminación.

Desde que aparecieron en 1928, los antimicrobianos han sido un elemento fundamental en la lucha contra las enfermedades infecciosas. El mal uso y el abuso crónico de los antibióticos, tanto en animales como en seres humanos, han generado graves resistencias a los mismos, lo que llevó a la Organización Mundial de la Salud (OMS), en 2019, a considerar la resistencia a los antimicrobianos entre las 10 principales amenazas mundiales para la salud pública. La resistencia a antimicrobianos (antibióticos, antivíricos, antifúngicos y antiparasitarios), medicamentos que se utilizan para prevenir y tratar infecciones en los seres humanos, los animales y las plantas, y para estimular el crecimiento en animales sanos (práctica prohibida en la Unión Europea desde 2006), es cada vez más extensa y afecta a todo tipo de microorganismos, en gran parte, por su uso incorrecto e inapropiado.

Esta resistencia surge cuando las bacterias, los virus, los hongos y los parásitos cambian a lo largo del tiempo y dejan de responder a los medicamentos, lo que hace más difícil el tratamiento de las infecciones e incrementa el riesgo de propagación de enfermedades, de aparición de formas graves de enfermedades y de muerte. Como consecuencia de la farmacorresistencia, los antimicrobianos se vuelven ineficaces, por lo que las infecciones son cada vez más difíciles o imposibles de tratar. Y el coste económico de todo ello es considerable. Además de muerte y discapacidad, la prolongación de las enfermedades se traduce en estancias hospitalarias más largas, la necesidad de medicamentos más caros y dificultades financieras para las personas afectadas.

Algunas infecciones muy comunes se están quedando sin medicamentos eficaces y requieren tratamientos más prolongados, menos eficaces y mucho más costosos: VIH, tuberculosis, infecciones del tracto urinario, del tracto digestivo, del sistema respiratorio… En África Subsahariana, más del 50 % de bebés con VIH son portadores de un virus resistente a los antirretrovirales más comunes. Empiezan a aparecer ya resistencias a antibióticos considerados de último recurso. Es decir, si ese falla, no hay alternativa.

¿Qué se puede hacer ante este grave problema?

Son muchos los factores que hay que tener en cuenta para evitar que sigan apareciendo resistencias, para afrontar sus consecuencias y para conseguir nuevos antimicrobianos eficaces. Por ello, el abordaje debe ser intersectorial y debe implicar a toda la ciudadanía, en especial a quienes tienen capacidad de tomar decisiones y a quienes trabajan en el ámbito de la salud humana y animal.

A nivel político, se debe profundizar en una mejor regulación y formación que asegure el uso correcto de los medicamentos, mejorar la vigilancia de las infecciones resistentes a los antimicrobianos, reforzar y aplicar políticas y programas de prevención y control de infecciones, y apostar por la investigación pública y desarrollo de nuevos antimicrobianos, que deben priorizar la salud sobre los intereses comerciales, ocupándose de todas las infecciones que afectan a la humanidad, y no solamente a las que sean hoy en día rentables, además de asegurar su distribución mundial de forma equitativa.

A nivel del personal sanitario, prescribir antibióticos sólo cuando sean realmente necesarios, tanto en el caso de personas como de animales, siguiendo las guías de tratamiento para la mejor elección del medicamento; y asegurar que sus pacientes comprendan cuándo y cómo usar los antimicrobianos de manera adecuada.

En cuanto a la población general, el primer paso es evitar contraer y propagar infecciones, respetando para ello las medidas de protección que nos indiquen. Igualmente, vacunarse contra las enfermedades infecciosas, ya que disminuyen riesgo de infección y necesidad de tomar antibióticos. Y, por último, no automedicarse, cumplir las pautas que nos indiquen a la hora de tomar un antimicrobiano, en especial terminar los tratamientos indicados, y llevar a las farmacias los medicamentos no necesarios o caducados para asegurar su eliminación de forma correcta.

La lucha contra la resistencia a los antimicrobianos es una amenaza global y requiere una acción urgente conjunta de todos los sectores de la sociedad, incluidos gobiernos, profesionales de la salud, la industria farmacéutica, la academia y la sociedad civil.

La cooperación internacional, clave para afrontar problemas de salud global

La cooperación internacional es fundamental para abordar la resistencia antimicrobiana, ya que es un problema que afecta a todos los países y requiere una respuesta global. Algunas de las áreas clave en las que la cooperación internacional puede tener un impacto significativo son: compartir datos entre países para comprender mejor la magnitud del problema y rastrear su evolución; impulsar investigación y desarrollo de nuevos antimicrobianos de forma conjunta; promover el uso racional de los antimicrobianos en la medicina humana, la salud animal y la agricultura; promover la transferencia de tecnología y una distribución justa y equitativa de los medicamentos; prevenir la aparición de infecciones promoviendo prácticas de higiene y saneamiento adecuadas, así como programas de vacunación. Y muy especialmente, fortaleciendo los sistemas de salud, brindando apoyo técnico y financiero a los países que lo necesiten.

¿Y qué hace la cooperación española?

El sector salud en la cooperación española pierde relevancia y pasó de destinar a salud el 16,8% de la Ayuda Oficial del Desarrollo (AOD) en 2021, al 9,8% en 2022. El descenso de fondos en 124 millones de euros sitúa el aporte a salud en 2022, en 402 millones, y aleja nuevamente la cooperación española en salud del 15% de media que suelen destinar los 32 países del Comité de Ayuda al Desarrollo de la OCDE (CAD). Además, observamos con preocupación cómo varios gobiernos autonómicos y entidades locales están asumiendo un discurso que hace de la cooperación y de la cooperación sanitaria una política prescindible, sin darle la importancia y el valor que merecen.

La AOD sanitaria permite cubrir las necesidades en salud de poblaciones vulnerables que las grandes políticas muchas veces dejan de lado. Necesitamos reforzar la cooperación sanitaria mejorando su eficacia, aumentando sus recursos, e informando a la población de sus resultados, para generar una conciencia sobre su valor añadido y la necesidad de mantener y mejorar una política de cooperación centrada en las personas y en el planeta.

Medicusmundi, ante este problema, al que denominan “la pandemia silenciosa”, creemos que es momento de alzar la voz, y que ese silencio que envuelve a la resistencia antimicrobiana se vuelva acción.

*Puedes leer más sobre el tema en el último informe La salud en la cooperación al desarrollo y la acción humanitaria que medicusmundi publicamos junto a Médicos del Mundo.

Medicus Mundi Navarra-Aragón-Madrid