Mi hijo lleva un año soñando con este día. Ha comenzado sus vacaciones de verano con Anfas.

No ha habido forma de convencerle de que hay playas mejores, más bonitas, más cercanas, mucho más queridas por su madre: Donosti. Hondarribia. No. Para él no hay más playa que Comarruga. Comarruga, por encima de todo. Con arena menos dorada, pero Comarruga. Con más calor y humedad, pero Comarruga. Con noches tropicales, Comarruga, pues.

Esta mañana lo he comprendido todo. He visto llegar muy temprano, aún no había amanecido, a responsables y cuidadores de Anfas con sueño en los ojos y sueños por cumplir. Eran los sueños de nuestros hijos, sus sueños.

Iba llegando Txaro, impaciente, con su maleta; Belén, ayudando a todos; Agustín, que preguntaba por todos los de años anteriores, los que llegarían después; Rubén, que miraba al autobús para que nadie le quitara su sitio; Mikel con carica despistada; David, que se ha fundido en un abrazo sin fin con Cristina, Leire, Jenny y todos los demás.

Era indescriptible el reencuentro, reencuentro con los suyos, sus compañeros y monitores, los que los quieren. Emocionante. Único. Sincero cariño. El amor más noble. A mí me han dejado muy impresionada.

Estamos en vísperas de la luna roja, la luna de agosto. La luna del fuego y del amor. Se habla mucho últimamente de la cara oculta de la luna, se envían cohetes, se intenta descubrir minerales… No me parece mal.

Pero yo creo que nuestros hijos, personas con discapacidad y muchas capacidades, tienen su luna de agosto. Se llama Comarruga. Y también su luna tiene cara oculta: se llama Anfas. Llena de preciosas personas que pisan tierra, se comprometen con los demás y dan su tiempo y su amor como valiosísimos minerales. Jóvenes y no tan jóvenes que se atreven a ir contra corriente de nuestra gris realidad y osan crear la luna si es preciso para hacer felices a otros. Yo no conozco amor más grande.

Cada año me dan una lección y cada año intento, sólo intento, darles las gracias.

La sociedad navarra tiene un tesoro. Muchos lo sabemos. Ese tesoro se llama Anfas y sus responsables y voluntarios. Fue y sigue siendo el sueño y la lucha de muchas familias por la dignidad de las personas con discapacidad. Ahí estamos para lograrlo.

Me llegan las primeras fotos. Ya están tomando un refresco en un chiringuito de la playa al anochecer. Felices todos.

Ahora entiendo, Juantxo, hijo mío, tu sonrisa de luz de esta mañana.