El origen y la defensa de los Fueros y de la Constitución de Navarra no están en la Lorafna ni en la Paccionada. El origen ideológico de la Lorafna perpetúa en su seno el fraude neofranquista y antidemocrático. Al pretender ante todo que el pueblo navarro no pueda ejercer su propia Constitución política ni por tanto sus derechos y libertades democráticas. El artilugio del Amejoramiento o Lorafna busca con su montaje dar continuidad camuflada al golpista status socio político, económico y cultural de la franquismocracia, montada sobre el exterminio genocida iniciado en 1936 de los demócratas de Navarra. Esta maquinación de la Lorafna fue pergeñada con el fin de perdurar, desde el ámbito espectral del aparato político del Partido Único, del Movimiento Nacional, y puesto en práctica por profesionales formados por aquel Movimiento autoritario para que fueran gobernantes políticos, luego artífices de su camuflaje cuando se puso en práctica la llamada transición, infiltrados en las instituciones y en los partidos políticos.

A la vista de la reciente noticia de un nuevo Convenio Económico en Cataluña, que surgiría del reconocimiento democrático de la soberanía fiscal catalana, se va a evidenciar más la verdadera situación actual del Convenio navarro, que aunque fue hijo directo de la propuesta legislativa de las legítimas Cortes de Navarra de 1829, y de las gestiones de su Diputación del Reino desde 1830, que buscaban establecer las relaciones políticas y financieras de forma contractual, bilateral y equitativa con el Estado español, proyecto que, sin embargo, a la postre fue baldío por la deriva golpista y antiforal de este último. Queda patente por ello, en las actuales circunstancias, que el Convenio Económico de Navarra puede y debe desprenderse de ataduras antidemocráticas y quedar libre de toda mácula de las golpistas y antiforales leyes, Paccionada de 1841 y Lorafna de 1982, surgidas respectivamente de la situación creada por los golpes de estado en Navarra de 1837 y 1936, para poder así sustentarlo en verdaderos parámetros constitucionales navarros, democráticos y forales.

Navarra no tiene libertad sin su Constitución, suplantada por la Lorafna y la Paccionada. La Constitución propia, sin embargo, permanece ahora, hasta simbólicamente representada desde 1903, en el paseo de Sarasate, entre las sedes actuales del Gobierno de Navarra y de las Cortes de Navarra o Parlamento, donde en patriótico monumento y con letras de bronce se reclama perpetuamente la indispensable necesidad de ejercer la Ley Foral o Constitución Navarra, custodiada por “la unión [de toda la sociedad, no sectas o cuadrillas,] de los navarros en la defensa de sus libertades, libertades aún más dignas de amor que la propia vida”.

“El desorden institucionalizado” facilitado por la Lorafna es el caldo de cultivo de la corrupción política, que hace ineficaces las voluntades democráticas de quienes ejercen ahora cargos públicos. Como queda acreditado, durante los cuarenta años de la Lorafna, ante situaciones y actuaciones antidemocráticas y corruptas tan significativas como el expolio y eliminación de la Banca Pública navarra, la extinta Caja de Ahorros de Navarra; la suplantación del sistema jurídico navarro que sustentaba las instituciones forales gubernamentales, legislativas, judiciales, civiles, privadas, públicas, comunes y locales; el mantenimiento en pie del símbolo fascista genocida del monumento a sus Caídos; el guerracivilista Museo del Carlismo; el saqueo de la hacienda pública de todos los navarros por los brutales fraudes realizados con los denominados peajes en la sombra; el desequilibrio territorial y el despoblamiento provocado de la Montaña navarra. En consecuencia, la práctica política desarrollada en estas cuatro últimas décadas no crea una legitimidad –que haya surgido de facto-– de la Lorafna, más bien lo contrario.

La Lorafna ni es Ley Foral, ni es Constitución Navarra, ni es reintegración o devolución, ni es amejoramiento o mejora, ni es fuero, ni es navarra; al igual que la Paccionada, que ni es ley foral, ni es paccionada, sino que ambas leyes son una gran impostura y manipulación. La Lorafna no es democratizable, subsanable, validable o renovable. Cualquier sucesión o continuidad de la Lorafna o falso Amejoramiento resultará inficionada de sus defectos jurídicos insubsanables desde el punto de vista democrático, sustancialmente contraria al sistema jurídico foral de la Constitución Navarra.

Mientras que en el Estado español a la muerte de Franco se inició un proceso constituyente, que tenía presente de alguna manera la legitimidad democrática anterior al fascismo y que no perdía de vista el sistema jurídico de la I y II Repúblicas españolas, no la justificación franquista de los Principios Fundamentales del Movimiento Nacional; en cambio, en Navarra desde el punto de vista del texto de la Lorafna no se produce un verdadero cambio del régimen, sino más bien su continuación, sólo con un seudo lavado de cara, de buscada apariencia foral y camuflada constitucionalidad, ese rebuscado producto es la Lorafna. Es posible que a sus muñidores se les ocurra también ahora pedir la resignificación de la inresignificable Lorafna.

La confección de un seudo pacto se ha querido elevar políticamente a axioma jurídico-político constitucionalizado, intocable e inamovible. Sin embargo, cuándo, dónde y cómo ha surgido esta falsificación está acreditado que nació en los círculos ultras del segundo y tercer cuartos del siglo XX. El cinismo practicado por los redactores y apologistas de la Lorafna al verbalizar un supuesto requisito de bilateralidad para la creación y reforma de la misma, en base a la invención de un inexistente pacto, cuando en Navarra el único órgano constitucional competente para legislar y acordar con otras entidades soberanas son las Cortes de Navarra, que fueron puenteadas por la práctica golpista, así como por el respaldo hegemonista de algunos desde el Estado español y por sus minoritarios adláteres indígenas todos incompetentes para ello. La Lorafna, absolutamente antiforal, con su carencia de legitimidad democrática y de constitucionalidad navarra, niega que hasta 1936 el término reintegración significaba el Derecho imprescriptible a la vigencia y al ejercicio de la Constitución Navarra, negacionismo que los autores de aquella fraudulenta ocultación así como sus sucesores siguen haciendo.