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Colaboración

Arantzazu Ametzaga

En el nombre de Venezuela

En el nombre de VenezuelaWikipedia

Algo capta mi atención, y por eso lo escribo, en el doloroso conflicto de Venezuela, país donde viví mi juventud y madurez, estudié mi carrera de bibliotecaria, me casé y tuve mis tres primeros hijos, en cuyo cementerio del sur, en el panteón de los baskos, está enterrado aita y familiares queridos. Finalizando 1956 desembarqué en el puerto de La Guaira y traspasé la aduana en forma de caserío que los gipuzkoanos del S. XVIIII dejaron a perpetuidad, ascendiendo en coche por la recién inaugurada autovía a Caracas, ciudad ubicada a casi mil metros de altura del mar de los caribes, en un valle ubérrimo que ampara el monte Ávila, de más de dos mil metros. En ese primer día supe que Venezuela se pronunciaba con s, pues así los hacían los naturales del país. Era, sigue siendo, parte del léxico latino americano renunciar a zetas y jotas del castellano heredado de la conquista, pues quizá por resultar más melodioso y fluido en el lenguaje coloquial no entonarlas.

Se ignora el nombre indígena de América y Venezuela. Colón la describió como la Terra de Gracia. Américo Vespucio, en la expedición de Alonso de Ojeda y Juan de la Cosa, fue el cartógrafo florentino al mando de Castilla, que daría nombre al continente nuevo, retratado en sus mapas. Por primera vez se configuraron playas y montañas y el golfo de Maracaibo, vocablo indígena que quizá designe a un líder local. Vespucio advirtió que en esa inmensa bahía a la cual entraron con sus barcos exploradores, había unas construcciones singulares. Eran palafitos. Los pobladores evitaban la inmersión en las aguas pútridas pues emergía del fondo del lago una pegajosa sustancia maloliente de la que todos renegaban. Se usaba, a lo sumo, de unto para la piel, pero se renegaba de su pestilencia y de lo que hoy llamaríamos contaminación.

Admirado Américo de la construcción aborigen la comparó con Venecia, profiriendo el calificativo Venecia chica. Así nació el nombre de Venezuela, que fue abarcando un extenso territorio compuesto por las playas de arena dorada y agua verde azulinas de su litoral, donde resuena el tambor negro de Barlovento, las llanuras centrales donde se escucha el cantar llanero acompañado de arpa y maracas, extendida del Atlántico al pie de los Andes occidentales, de seis mil metros de altura, y allí resuena la flauta india. Cruza Venezuela el río Orinoco, con su magnífico delta atlántico, y la corona la Gran Sabana con sus tepuys. De uno de ellos cae la cascada de agua mas alta del mundo.

Venezuela era pobre, que no tenía un cerro de plata como Potosí. Tan pobre parecía que de forma inusual los reyes de España la alquilaron dos veces. Primero a unos banqueros alemanes, luego a los baskos de la Compañía Guipuzcoana de Caracas, S.XVIII, que la hicieron florecer agrícolamente logrando que en 177 la provincia fuera nombrada Capitanía General de Venezuela. La próspera economía derivada de productos como el cacao, café y caña de azúcar, su transporte a Europa y comercialización, lograron que a principios del S. XIX se impulsara la independencia bajo la férula de Simón Bolívar, quien alardeó de sus orígenes baskos y visitó respetuoso Gernika, símbolo libertario de buen gobierno.

Venezuela convertida en patria de ciudadanos tras las guerras de independencia, fue trajinando su periplo de sucesivos golpes militares y restauraciones ciudadanas. Jamás se pronuncio su nombre con zeta. Se respetó, en ese transcurso histórico de 200 años de la república, el hablar de los naturales, próximos en pronunciación a andaluces y canarios, ampliaron su vocabulario creando un argot realmente admirable. Seguía siendo hasta y después de la explosión del petróleo, mediados S. XX, la Venecia de Américo Vespucio, aunque en el largo de Maracaibo ya no hay palafitos, sino torres petroleras.

Caracas, su capital, lleva el nombre de una tribu indígena arrasada en la conquista española, ya que no hubo flecha que ganara a un cañón, pero las raíces antiguas de América continúan vivas pese al desastroso silencio recaído sobre ellas. El aborigen vencido perdió memoria y voz. En la recuperación histórica de los años 60/70 que ocupó a la sociedad venezolana, abriéndose archivos y bibliotecas, impulsando escuelas en los barrios, se hizo hincapié en la independencia y en la figura de Bolívar. Solamente los indios goajiros de Maracaibo realizaron artesanías de retablos tejidos con lanas de vivos colores. Representaban pájaros. Algo de eso, volátil y pujante, cabía en las raíces de los pobladores primeros de la Venecia chica.

Pronunciar Venezuela con zeta afecta a su origen y al modo en que la nombramos quienes en ella vivimos, en la que sueñan los ocho millones de expatriados que hoy soporta. El mencionar los datos históricos de un país es hacerlo presente y próximo. Sé que hay en este momento acciones más contundentes y dolorosas que la pronunciación de un nombre, pero también sé que cuando mi mente regresa a Venezuela, a la Tierra de Gracia que una vez fue, mi ánimo rechaza nombrarla de la manera que se dictaba por sí misma. La que Vespucio describió en su día original.

La autora es bibliotecaria y escritora