Como todas las primaveras, “las golondrinas vuelven a sus nidos a colgar”, las administraciones recaudan los impuestos que sufragarán los gastos sociales que defienden y cuidan la vida y aquellas personas que estamos contra las guerras tenemos una nueva oportunidad de realizar la objeción fiscal.

El panorama mundial y especialmente europeo no puede ser más desolador: los conflictos continúan y siguen superando el medio centenar, la guerra de Ukrania mancha de sangre el afán expansionista de la OTAN y el genocidio de Gaza salpica de sangre nuestra aparente indiferencia.

Mientras tanto, el cambio climático avanza inexorablemente por todos los rincones de la tierra, a la par que aumentan los negacionistas o la influencia política de éstos, mientras los esfuerzos que deberíamos estar dedicando a su contención, los dedicamos a la guerra.

Estamos totalmente de acuerdo que hay que pagar impuestos (estaría mejor que fueran más progresivos) pero no compartimos su destino, cuando van a sacrificarse en el altar de la guerra o de la defensa, como eufemisticamente dicen los dirigentes europeos.

Guerra de Ukrania

Tras 3 años, la guerra, que ya llevaba unos cuantos anteriormente, pasa de ser un conflicto de baja intensidad (donde también morían personas, la mayoría civiles como en todos los conflictos) a un conflicto de altísima intensidad.

La pregunta que muchas personas nos hacemos es si merecía la pena destrozar un país, sacrificar a tanta gente joven, generar tantas personas refugiadas, contaminar las tierras que en su día fueron uno de los graneros del mundo y despilfarrar tal cantidad de combustibles fósiles y medios materiales (hay estudios que analizan la huella de carbono y no es pequeña).

Y todas estas consecuencias, en Ukrania y Rusia, aunque todo parece indicar (ninguno de los dos países es transparente en las cifras propias) que la peor parte se la ha llevado la primera.

Todo ello por entrar en la OTAN, una organización expansiva, militarista y agresiva con quienes no piensan como ella.

¿Nadie fue capaz de plantearse que hubiera sido mucho más efectivo intentar negociar con Rusia una distensión en las zonas de disputa para que fuera la propia población del Dombas y zonas limítrofes la que decidiera su futuro político tras un tiempo sin el griterío de las armas?

Además de las consecuencias enumeradas anteriormente, en ambos países las libertades ciudadanas y sindicales se sacrifican en aras de la guerra. Y también en ambos, numerosas personas jóvenes, huyen, intentando no ser enviadas al frente, porque queda en entredicho el derecho a la objeción de conciencia.

En Europa ni tan siquiera se acoge a los objetores de conciencia de los dos países como si se acogió a las personas refugiadas de Ukrania.

Genocidio de Palestina

Y también a las puertas de Europa, en el Mare Nostrum, observamos cómo la mentalidad colonialista occidental vuelve por sus fueros de la mano de un Estado, el israelí, (igual que el de la Alemania nazi, ha sido elegido por su propia población), que está llevando a cabo un genocidio televisado.

Y este genocidio, que también salpica a los países de alrededor, no podría haberse llevado a cabo sin la ayuda de la democrática Europa, que suministra armas, permite su transporte y sigue comprándole armas y otros productos para financiar la desaparición de un pueblo.

¿Y qué dice la OTAN, paladín de la democracia? Nada de nada, porque solo defiende las democracias alineadas con su credo y el resto son daños colaterales.

Europa y la OTAN demuestran un doble rasero, que duele a las personas con una cierta sensibilidad y humanidad. Mientras estimula la guerra de Ukrania para desgastar a Rusia, mira para otro lado mientras desangran a Palestina. Se prohibe a Rusia participar en las competiciones deportivas internacionales y hasta en Eurovisión pero Israel puede hacerlo sin que nadie pida su boicot. ¿Es peor le invasión de Ukrania que el genocidio y el robo de tierras que realiza Israel?

Gasto militar y Objeción Fiscal

El gasto militar se está disparando en todo el planeta y Europa, que ya gasta más dinero que Rusia, plantea gastar otros 800.000 millones y aumentar el PIB.

No seamos ingenuos, el dinero que va a preparar la guerra no irá destinado a servicios sociales ni a protección del medio ambiente. Todos los ministerios de Defensa dicen lo mismo: es para garantizar la paz… de los cementerios, añadiríamos las personas antibelicistas y si no, miremos la imágenes de Ukrania, Palestina, Sudan, Congo, etcétera.

Y si la escalada continúa, sobrevuela sobre Europa y también sobre España, la vuelta al servicio militar obligatorio.

Ante este panorama, numerosas personas y grupos políticos y sociales hemos cuestionado este gasto exagerado que se no viene encima.

Una buena parte de los sindicatos van a celebrar un 1º de mayo, también contra este elevado gasto militarista.

Por todo ello, desde los grupos pacifistas y antimilitaristas volvemos a ofrecer una humilde herramienta para denunciar las guerras y genocidios contra las personas y nuestro hermosos planeta.

La objeción fiscal es una herramienta minoritaria, de momento, pero que nos permite denunciar esta escalada ante nuestro gobierno de turno y dar testimonio de nuestro rechazo.

La objeción fiscal plantea en la declaración del IRPF detraer una pequeña cantidad de dinero simbólica y donarla a una causa o colectivo social que defienda la vida y los cuidados. 5 euros es una cantidad suficiente, aunque cada persona elige lo que quiere desviar.

La objeción fiscal no es legal (curiosamente la objeción de conciencia de los médicos sí lo es) y nos pueden reclamar ese dinero desde Hacienda Foral.

Hay muchas entidades y luchas a las que podemos donar: ayuda a Palestina, objetores israelís, comidas y rescate a los migrantes en el Mediterráneo, luchas ecologistas, por una vivienda digna, contra las enfermedades olvidadas, por un Sahara libre, de apoyo al deporte base o cualquier otra que se nos ocurra.

Es probable que no podamos parar las guerras pero con ésta y otras acciones nos negaremos a engrasar su maquinaria porque la solidaridad es la ternura de los pueblos.

El autor es miembro de Gerrarik Ez y Moc-Kem