Las fiestas populares, al igual que todo lo creado en la sociedad que conocemos, se crearon por y para los hombres. Las mujeres hemos tenido que luchar por cada espacio que hoy disfrutamos en ellas.
Desde poder entrar con voz y voto en las peñas, grupos esenciales en las fiestas, hasta que se fueran creando protocolos contra las agresiones sexistas.
Dejar de ser consideradas como parte ornamental en las fiestas a través del nombramiento de las madrinas, mientras la mayoría de las mujeres se dedicaba a lavar la ropa blanca y cocinar almuerzos y meriendas que ellos disfrutaban, a presidir la Federación de Peñas.
En el 78, un grupo de 7 mujeres se plantó con una pancarta en un acto de las peñas, con 10.000 personas en el lugar, para exigir poder participar en las fiestas en igualdad con los hombres.
En ella se leía:
“No a las madrinas.
Más participación.
No a las agresiones (sexistas) en
San Fermín”.
Ese mismo año, 1978, la revista Punto y hora de Euskal Herria organizó una mesa redonda con abogadas, feministas etcétera para tratar las violaciones grupales.
Por la presión de grupos feministas y otras mujeres, políticas, socias de peñas, etcétera, se fue dando visibilidad a las agresiones sexistas en las fiestas.
Se empezaron a publicar los datos de violaciones, algo que en un tiempo se ocultó, a denunciar tocamientos y otras formas de agresiones contra las mujeres.
Se organizan concentraciones masivas, en algún caso espontáneas como en el caso de la violación grupal de la Manada.
El asesinato de Nagore Laffage, un crimen terrible contra una mujer que dijo No a los deseos de un hombre, Diego Yllanes, marcó un momento clave en la toma de conciencia sobre el feminicidio en nuestra sociedad.
“Nagore nunca tuvo justicia” seguimos denunciando las feministas.
A pesar de todos los avances, nos preocupa la imagen masculinizada de nuestras fiestas.
Nos preocupa que se estén ocultando las violaciones con un nuevo neolenguaje que habla de Agresiones de baja intensidad y Agresiones de alta intensidad.
Nos dicen que se trata de dar visibilidad a todas, desde los tocamientos a las más graves.
Para nosotras, en cambio, al llamar “baja intensidad” pierde gravedad el hecho y meter en “alta intensidad” un tocamiento de genitales o una violación, aún siendo grave el primer caso, nada tiene que ver con una violación para cualquier mujer. Ni física ni psíquicamente, y por supuesto tampoco a nivel de protocolos sanitarios.
Nos preocupa que se hagan datos y estadísticas de las agresiones sexistas sin la variable sexo que ocultaría quién es el agresor y quién la agredida, y por tanto impediría acabar con agresiones que coartan la libertad de las mujeres de Iruña para vivir unas fiestas libres e igualitarias.
En nombre del grupo Garenak