Uno viene a este mundo. No hace preguntas. Viene a vivir. Quisiera que esto no fuera solo una suposición. Viene a vivir. Es el nuevo miembro de una familia. Tampoco hace preguntas. También es el nuevo miembro de una sociedad. No, no hay muchas preguntas. El sol tiene sus ciclos y la luna los suyos. Bien, parece que las cosas funcionan así.

Claro, ocurre que hay cosas inevitables, inaplazables y urgentes que no admiten preguntas. Deben hacerse porque si no se hacen, la vida no tiene lugar. Ocurre que debe comer cada día varias veces. Al principio –si ha caído en una familia– son los padres quienes se ocupan de su comida. Bien, esto no sucederá siempre. Todo son ciclos como el sol y la luna hemos dado en decir que son ciclos. Si no come de manera regular, pues uno se muere y a otra cosa. No sabemos qué es esa otra cosa, aunque es seguro que si uno no come se muere. Acontece que también uno debe vestirse cada día y prendas distintas cada vez por razones múltiples, algunas de máxima urgencia, otras no tanto. Higiénicas urgentes y estéticas de un complaciente segundo o tercer grado. Uno puede ir desnudo por ahí, pero no es el caso. En primer lugar, ocasionaría una anomalía existencial intolerable y, como es intolerable, lo llevarían al cuartelillo y le dirían qué pasa con usted. Tampoco resistiría mucho tiempo a la dictadura severísima del clima y podría morir de frío, de calor y de todos sus ascendentes y descendientes patógenos que son letales de necesidad.

Se va teniendo claro que, como mínimo, uno debe comer varias veces al día y debe vestirse también. Alguien lleva la comida de los árboles y de la tierra, del mar y de los bosques a grandes superficies donde se exponen como si fueran estrellas del rock. Un tomate no es una estrella del rock, pero puede serlo. Uno se dirige a uno de estos lugares porque tiene que comer. Si uno no come, se muere. Por alguna razón incomprensible uno no quiere morirse. La gente va y viene con carritos con ruedas y una disposición ansiosa muy comprensible. Después de coger sus alimentos, algo variado y frugal, se dirige uno a la cola donde otras personas con otros carritos parecen efectuar una especie de pacto con alguien que gerencia el lugar. Muestran el contenido de los carritos, uno muestra también el contenido de su carrito. Ahí le piden a este hombre que han traído al mundo y no pregunta nada y ha venido a vivir, le piden una cantidad de dinero. El hombre manifiesta su natural condición, lo han dejado en este mundo, él no hace preguntas y ha venido a vivir. La persona que gerencia el lugar le dice que si no hay dinero se tiene que ir de vacío exactamente por dónde ha venido. Uno sabe que algo va mal. Si se va de vacío no puede comer y si no come se va a morir y uno no quiere morirse, carajo. Ocurre algo similar cuando entra en un espacio donde exponen prendas de vestir: solo quería lo elemental, unos calzoncillos y un gabán por si el frío se manifiesta que, si no se manifiesta hoy lo hará mañana. De vacío. A la calle. En la calle nadie le pide nada. Esto está bien. Puede ir a un parque o pasear, si entra en cualquiera de esos lugares donde exponen algo, le piden dinero. Uno no tiene dinero. Quién sabe qué sutiles y complejos mecanismos serán necesarios para que a uno le den dinero y uno se lo dé a los tipos que exponen cosas por ahí.

Se va dando cuenta de otra realidad que es aterradora. En principio no lo parece porque es algo connatural. Va de suyo con uno. Si uno no duerme se muere. Dale con el asunto del morirse, pero está confirmado que es así. Sí, a uno lo han dejado aquí en este mundo y no hace preguntas, pero la cosa no es de ley. Uno tiene que comer y come y no se hable más.

Pasea al lado del río que es rumoroso y transparenta algunos pececillos plateados y un reflejo de luz de una belleza cegadora. Aquí nadie le pide dinero ni hay personas de gerencia que lo expulsen a uno.

El asunto del dormir también debe resolverse. Es –aunque no lo parezca– uno de esos asuntos urgentes. Estuvo con sus padres hasta que ya no estuvo con sus padres ni están ya sus padres porque murieron también, aunque comieron y vistieron y durmieron. En los lugares para dormir le piden dinero para dormir. Lo invitan a salir a la calle porque no tiene ese dinero. Los tipos de la gerencia no se andan con bromas.

Dormir al raso sin las inclemencias del tiempo, puede pasar, aunque persistan las inclemencias del mundo. Cuando arrecia el frío, la lluvia, la nieve, el viento… entonces no se puede. Quedó certificado que si uno no duerme se muere igual que si no come o no viste. Lo del vestir, pase lo del vestir, aunque lo llevarían a uno en el cuartelillo.

Hay que encontrar ese método invisible para que a uno le den dinero que uno le pueda dar a esos tipos de las gerencias que lo echan a uno a la calle. Está claro que esto es así.

Todo sucede muy deprisa. Sabemos por los periódicos de sucesos que el hombre ha muerto. No quería. Esto lo dejó claro. Vino a vivir. Nunca supo cuál era ese método invisible y ese mecanismo tan complejo. Así son las cosas, al parecer.

El autor es escritor