En Navarra, la diversidad lingüística no es una amenaza, sino una oportunidad. Una oportunidad para construir puentes, para compartir valores y para fortalecer el tejido social que nos une como comunidad. En una tierra que convive entre el euskera y el castellano –y donde cada vez resuenan más acentos y lenguas del mundo–, la educación se convierte en el lugar donde esa convivencia puede hacerse real.
El reciente encuentro organizado por la Cátedra Aprender-Ikasi de la Universidad Pública de Navarra y el Instituto I-Communitas, bajo el título “Retos lingüísticos e interculturales en Navarra: lenguas de acogida y segundas lenguas”, puso sobre la mesa una cuestión fundamental: ¿cómo garantizar que las lenguas que nos definen como sociedad sigan siendo también lenguas de acogida, lenguas que unen?
En una sociedad bilingüe como la nuestra, aprender una lengua no es solo adquirir una herramienta comunicativa, sino también una forma de comprender un modo de estar en el mundo. Cada palabra aprendida es una puerta abierta a los valores, tradiciones e historias que conforman nuestra identidad colectiva. Por eso, educar en euskera no es únicamente enseñar un idioma: es invitar a participar en la vida cultural de Navarra, en su memoria y en su futuro.
El aumento del alumnado migrante y refugiado en Navarra es un reflejo de una realidad global. Este fenómeno no debe verse como un reto a superar, sino como una oportunidad para renovar nuestro compromiso con la educación inclusiva. La integración lingüística es un paso imprescindible para la integración social, y el sistema educativo tiene en ello una responsabilidad clave.
Según el Departamento de Educación del Gobierno de Navarra, el éxito del alumnado inmigrante depende en gran medida de su participación activa en la vida escolar y del deseo de comunicarse con sus compañeros y profesores. La lengua, por tanto, no solo es una meta educativa, sino también una herramienta de inclusión y convivencia.
En ese sentido, la Estrategia de Convivencia Intercultural de Navarra 2021-2026 propone fortalecer los sistemas de aprendizaje de las lenguas oficiales y garantizar apoyos en los procesos de acogida. Sin embargo, queda pendiente un paso decisivo: animar activamente a las familias inmigrantes a optar por el modelo educativo en euskera, un modelo que, además de ser plenamente inclusivo, favorece la cohesión social y la igualdad de oportunidades.
Las ikastolas llevan décadas demostrando que es posible cuidar lo propio sin cerrar la puerta a lo ajeno. Su proyecto pedagógico se basa en una idea poderosa: el aprendizaje del euskera y de otras lenguas no divide, sino que multiplica las formas de comunicarse y de entender al otro. En las aulas de las ikastolas conviven niños y niñas de distintas procedencias, aprendiendo juntos no solo idiomas, sino también empatía, respeto y cooperación.
Las ikastolas no defienden el euskera como una trinchera, sino como un lugar de encuentro. Enseñar esta lengua es ofrecer una nueva manera de pertenecer, un acceso directo a la comunidad que la habla y a los valores de solidaridad, trabajo en común y apertura que la sustentan. Quien aprende euskera en Navarra no solo domina una lengua más, sino que entra a formar parte de un proyecto social compartido.
Por todo ello, es fundamental que el Gobierno de Navarra adopte políticas activas para promover el modelo en euskera entre las familias inmigrantes. No se trata de imponer una elección, sino de informar, acompañar y facilitar que quienes llegan a nuestra comunidad puedan beneficiarse de un modelo educativo que impulsa la convivencia y la integración real.
Favorecer la escolarización en euskera no significa excluir otras lenguas, sino reconocer que el multilingüismo es una riqueza. Los niños y niñas que crecen aprendiendo euskera, castellano e inglés –y manteniendo a la vez su lengua de origen– se convierten en ciudadanos más abiertos, más empáticos y con mayores competencias para vivir en una sociedad global.
Además, estudios recientes en didáctica de segundas lenguas demuestran que el aprendizaje simultáneo de varios idiomas no es un obstáculo, sino un estímulo cognitivo que mejora la capacidad de comunicación y el rendimiento académico. Las experiencias internacionales y las investigaciones de universidades como la EHU/UPV y la UPNA avalan esta afirmación: los programas educativos multilingües favorecen la integración, la autoestima y el sentido de pertenencia del alumnado inmigrante.
Defender una lengua minoritaria como el euskera no es levantar muros, sino abrir ventanas. Es invitar a mirar Navarra desde dentro, con ojos nuevos. La educación en euskera puede y debe ser una herramienta de cohesión social, un espacio donde cada niño y niña –nazca donde nazca– sienta que tiene algo que aportar y que aprender.
En un mundo donde la uniformidad lingüística avanza, apostar por la diversidad es un acto de esperanza. Cada vez que una familia inmigrante elige el modelo en euskera, está contribuyendo no solo al futuro de sus hijos, sino también al futuro de toda Navarra: una comunidad más justa, más plural y más unida.
Las lenguas son los puentes invisibles que nos permiten reconocernos: las lenguas que acogen son las lenguas que unen. Y Navarra tiene en sus manos la posibilidad –y la responsabilidad– de demostrarlo.
El autor es director de las Ikastolas de Navarra