Mediante la mentira, el hombre aniquila su dignidad como hombre. (Immanuel Kant).
No precisamos la llegada de Halloween para ver introducidos en la política a seres que se mueven en ella como gatos luciferinos. La sucesión de hechos que se están produciendo en nuestro gobierno, además de crear una decepción generalizada, está logrando nimbar el cráneo del ciudadano, con una confusión que empieza a ser un sucedáneo de la burundanga o escopolamina. Hace tiempo que nos van inoculando este veneno, que lentamente deteriora el tejido sutil de las relaciones humanas. Ningún hueso se quiebra de manera tan dolorosa como lo hace la ilusión que ponemos en los demás. Ábalos y compañía perpetran sus protervos delitos, supuestamente económicos y probadamente antiéticos, a la luz anémica de su claraboya amoral de vanidades. La carencia de principios es el aguardiente febril de las altas horas que lleva a los políticos corruptos por caminos de limbos tórridos, en los que encuentran el potente alucinógeno del poder y la ciénaga en la que se descomponen los ideales del ser humano. Son seres que martirizan a la sociedad con la punta roja de su cigarrillo irónico; Caínes que no nos clavan la quijada homicida, pero sí sus finos puñales de menosprecio. Es necesario haber aspirado mucho olor a mierda para no perder el estómago con personas que utilizan prostitutas (un “volquete” de putas en tiempos de Granados) para celebrar sus fechorías. Mientras, en el colmo de inéditas cotas de cinismo, estos individuos se manifiestan en contra de la prostitución. Han enterrado el romanticismo y, con él, la pureza del amor. Es nula su vergüenza ante la sociedad, a la que ningunean; pero el pueblo también tiene sus días de sensibilidad sutil y de misteriosa delicadeza para saber que las mujeres que ofrecen sexo a cambio de dinero no son mercancía; siguen siendo mujeres, con diversas circunstancias en su historia personal, dignas de respeto. No respetar a estas mujeres equivale a no respetar a ninguna mujer. La democracia está flirteando peligrosamente con la física cuántica, que investiga sobre el cero absoluto en su camino hacia la nada. Para no perder la dignidad vamos dejando de prestar atención a los lamentables debates tabernarios que se mantienen en el Parlamento, degradando la idea de encontrarnos protegidos por una democracia de seres civilizados. Los rebuznos de algunos políticos están provocando graves lesiones en la confianza del pueblo, que soporta un aire contaminado de bulos y miserias irrespirables. En esta selva parlamentaria, digna de National Geographic, los políticos, disfrazados de ejemplares de alcurnia, se devoran unos a otros como cualquier animal. Elegancia, inteligencia y nobleza es lo que pedimos a los dioses para nuestro gobierno. Elegancia para lidiar con la oposición y elegancia para quitarse las gafas de sol y mirar limpiamente a los ojos del pueblo; pero hoy, con el honor, se hacen grandes hamburguesas. Precisamos valores sólidos a los que agarrarnos, antes de que el mundo se desmorone dejando atrás la filosofía de Platón, el derecho romano y cuantos logros ha ido alcanzando el hombre durante millones de primaveras, en las que siempre cantaron los pájaros y se mecieron con la brisa los trigales. El ciudadano se está acostumbrando a hacer y deshacer un largo solitario con los tristes naipes del tedio que nos proporciona la actual situación política en España. Necesitamos crear una economía más humana, más solidaria y con capacidad de proporcionar dignidad. Hay economistas que trabajan para engrosar la riqueza de las clases sociales más favorecidas, mientras otros luchan por aminorar la pobreza. La economía es la hija del orden social. Tanto la estafa como el fraude y la corrupción son plagas que, en la actualidad, se cobijan cómodamente en los antivalores, que proclaman la riqueza como camino de la felicidad. Las instituciones económicas están para servir a los ciudadanos, y no al contrario. La desigualdad se corresponde con problemas sociales que nunca podremos abordar, si no atendemos con gran interés la causa subyacente. El hábito nos tiene presos con sus cadenas, y es preciso liberarse de ellas para poder moldear el futuro. El ser humano goza su aureola diaria de paz y costumbre, y fracasa en los sueños más que en la vida. No hay nada como salir huyendo hacia el futuro, cuando la vida nos pone el alma boca abajo. Llevamos dentro un dulce y tímido freudiano, pero siempre llega el día en el que, por primera vez, le cantamos las cuarenta al lucero del alba, mostrando nuestra santa indignación.
Que no nos quiten la rabia como sentimiento revolucionario, sentimiento que nos lleva a ver los errores e injusticias de la sociedad y sus posibilidades de enmienda.
Llega noviembre, mes de reflexión y de crisantemos. Va muriendo el año sin haber colmado todos nuestros propósitos, y miramos hacia atrás con una cierta melancolía. Retomamos con más fuerza los problemas cotidianos más comunes, como la inseguridad económica, el coste de la vivienda y, muy especialmente, la sanidad, en la que urge un acercamiento humano que nunca nos cansaremos de profundizar. Los cuerpos abrumados, anclados en el dolor y la esperanza, no saben de listas de espera ni comprenden el vergonzoso fallo masivo en el cribado de cáncer de mama, que ha abierto una enorme crisis en el Servicio Andaluz de Salud, mientras la naturaleza de esta enfermedad, ante la indefensión de cientos de mujeres, echaba sus cuentas. Todos nos encontraremos con esa vieja amante, descangallada e ingrata, que es la enfermedad. En general, gran parte de nuestra felicidad se basa en la salud. Las epidemias han tenido más influencia que la política en el devenir de nuestra historia. Una sociedad avanzada ha de poner todo su esfuerzo en el cuidado de nuestra salud física y mental. En nuestra lucha diaria, frente estas realidades, sin que el alma quiera saber el porqué, buscamos un nido de golondrinas becquerianas que pasen amables sobre nuestros días futuros.
Pronto nos llegará la música de villancicos cargados de nostalgia y las mercancías adornadas con celofán, lazos y guirnaldas. Ante la letra de noche de paz y noche de amor seguiremos viendo que nuestro destino es comprar. Internet se ha adueñado del Monte Sinaí para ofrecer al mundo, con nuevos valores y antivalores a la carta, sus nuevas tablas de la ley. Estamos muy lejos de ser esa “nube en pantalones” de la que hablaba Mayakovski.