Los Caídos: reforma o ruptura
Si no me falla la memoria, fue en las Escuelas de San Francisco donde asistí a un interesante debate sobre el camino más adecuado para encarar la transición política que se avecinaba: se hablaba de reforma o de ruptura. Supongo que sería el año 76, momento en el que la fuerza de la izquierda más convencional, el PSOE, aceptó participar en el juego electoral que se brindaba, al que Carrillo se sumó, por la tácita y a cambio de la legalización del PCE, algunos meses más tarde. Se trataba de ir de la ley a la ley, como finalmente sucedió, o de romper con el pasado y con la herencia de Franco, dejando al rey Juan Carlos en la estacada; en esencia, se trataba de hacer de España una república federal (ruptura), o una monarquía parlamentaria y descentralizada (reforma), como finalmente pasó.
Aquel debate me recuerda al que actualmente se mantiene en relación con la resignificación del Monumento a los Caídos. En ambos casos (soluciones de ruptura o de reforma) se persigue resignificar el entorno y el edificio levantado en la posguerra para homenajear a los muertos del bando franquista. Sobre el papel (y en la calle) se han planteado dos opciones: la de la ruptura, que busca hacer desaparecer el monumento (edificio y arquería; no sé si también la iglesia y el edificio simétrico); y la de la reforma, la que propone caminar de la ley a la ley, del catálogo al catálogo de protección del Plan Municipal de Pamplona.
Sin embargo, así como en la Transición apostar por la ruptura hubiese requerido de un proceso revolucionario que podría haber conducido a escenarios de confrontación, no pasa lo mismo en lo referente a la resignificación del Monumento a los Caídos, ya que puede plantearse una solución de ruptura plenamente engarzada en la vigente legislación y en la normativa urbanística que regula su protección.
Así, en la normativa del catálogo vigente se dice que “el interés mayor del edificio lo constituye su significación histórica, emblemática y su condición de hito urbano, fin de perspectiva de la avenida Carlos III y edificio principal de la plaza del Conde Rodezno”. En unas líneas anteriores, ya se encarga el propio catálogo en vigor de piropear al edificio con las siguientes lindezas: “La composición en este caso es bastante pesada, probablemente debido a la abigarrada composición del coronamiento del pórtico con dos torres o templetes que se alzan sobre el tímido frontón mixtilineo. El pórtico hexástilo de columnas de fuste cuadrado, liso, no reviste la importancia necesaria en relación al volumen de la cúpula, cuya dimensión se acentúa por lo elevado del tambor y la referencia de escala de las torretas mencionadas. Los elementos ornamentales son escasos, resultando en este aspecto la composición muy sobria, únicamente algunos obeliscos, balaustradas, decoran con cierto énfasis la coronación del tambor”.
Con semejantes referencias (contenidas en el vigente catálogo, insisto), lo que no se entiende es que el edificio principal esté catalogado en el actual catálogo municipal en grado 2, ya que la condición de hito urbano puede lograrse sustituyendo el edificio actual con otras actuaciones arquitectónicas, y las lindezas que el catálogo dedica al edificio no animan a conservarlo. Con semejantes referencias, lo que habría procedido en coherencia es no catalogar el edificio cuando se catalogó; y lo que procedería ahora es subsanar aquel error y descatalogarlo, y dejar que su resignificación sea el resultado de la correcta intervención urbanística y arquitectónica. Para descatalogar el edificio, no hace falta debates muy sesudos; simplemente basta con utilizar los argumentos contenidos en el vigente catálogo.
Ahora bien, la descatalogación no implicaría necesariamente el derribo del edificio, ya que el concurso que debería arbitrarse para resolver la cuestión arquitectónica y urbanística podría admitir soluciones de ruptura (derribo) y soluciones de reforma (transformación del edificio y arquerías actuales), ya que hay sobrados ejemplos arquitectónicos interesantes de esas dos familias de soluciones, aunque, en cuanto al Monumento a los Caídos, no creo que sea fácil la resignificación de un muerto. Descataloguen el edificio y dejen que la arquitectura y el urbanismo trabajen libremente, por favor.
El autor es arquitecto