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Colaboración

¿Un almacén de coches o un barrio para vivir?

¿Un almacén de coches o un barrio para vivir?CRISTINA NUÑEZ BAQUEDANO

Desde que vi la noticia de la eliminación del parking de Anelier, me rondaba escribir sobre ello pero no me atrevía. Hasta que hoy por la mañana, desayunando tranquilamente, han pasado un grupo de motoristas vestidos de Papa Noel y durante 20 minutos han estado pitando el claxon y revolucionando los motores de sus vehículos. Lo cual me ha hecho reflexionar sobre el modelo de ciudad y sociedad que quiero.

La noticia sobre la eliminación del parking de Anelier para transformarlo en un espacio peatonal y verde ha generado una lógica inquietud en la Rochapea. Es comprensible que muchos vecinos perciban hoy ese asfalto como un recurso esencial, yo también lo siento así. Sin embargo, me gustaría utilizar este articulo para reflexionar sobre una realidad que a menudo pasamos por alto: el coche privado, aunque lo hayamos normalizado como una necesidad básica, es un privilegio.

Según los últimos indicadores de Nastat, la tasa de motorización en Pamplona se mueve en un entorno de casi un coche por cada dos habitantes. Esta acumulación de vehículos individuales ha condicionado nuestras ciudades de forma poco eficiente. Diversos estudios recogidos en la Agenda Urbana Española señalan una realidad sorprendente: se estima que un automóvil privado pasa, de media, más del 90% de su tiempo aparcado. Es decir, reservamos la mayor parte de nuestras calles para automóviles que permanecen inactivos la gran mayoría del día.

Esta situación es el resultado de un modelo de vida que debemos empezar a cuestionar. Hemos construido una sociedad basada en la inmediatez, la rapidez y una comodidad mal entendida, donde cumplir los 18 años es sinónimo de sacarse el carné, y donde parece obligatorio que cada familia posea dos vehículos. Utilizamos el coche privado para cualquier gestión cotidiana, la cual se podría realizar utilizando otras formas de moverse más amables para la ciudad y la sociedad alimentando una estructura social que prioriza el consumo frente a la sostenible. Si realmente aspiramos a una transición ecologica, el primer paso es aceptar que nuestra forma de movernos por la ciudad no es agradable, debido a la contaminación ambiental, acústica e inseguridad que generan los automóviles. Una de las soluciones es el decrecimiento del parque automovilístico: vivir más despacio y organizarnos mejor para depender menos de una máquina, podría ser una de las formas de crear una ciudad para todas las personas.¿No sentís que las ciudades están organizadas para los automóviles?.

Es aquí donde debemos valorar que existen múltiples formas de recuperar nuestra libertad de movimiento sin depender de un coche propio. La alternativa no es dejar de desplazarse, sino apostar por una movilidad combinada: una red de villavesas con mejores frecuencias, el uso de la bicicleta a través de carriles seguros o el recurso del vehículo compartido –ya que, como se ha mencionado, el auto pasa la mayor parte de su vida útil estacionado–. Se trata de entender que el derecho a la movilidad debe ejercerse de la forma más ligera posible, utilizando opciones que nos permitan movernos con agilidad sin condenar el espacio común del barrio a ser un garaje permanente o una carretera.

Diferentes estudios revelan que el coche llega a ocupar, según las zonas, un espacio público alrededor de dos tercios del suelo urbano disponible. Este uso desproporcionado del espacio dificulta la “ciudad de los 20 minutos” a la que aspiramos: un modelo de proximidad donde la vida suceda a un paseo de distancia. Al recuperar Anelier, buscamos devolver el protagonismo al peatón.

El impacto no es solo visual. El PNIEC nos recuerdan que el transporte es responsable de aproximadamente un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero. En una ciudad amable, el aire no debería ser un riesgo. El coche privado, tal y como lo usamos hoy, consume un espacio que ya no podemos permitirnos si queremos ciudades vivas y con calidad de vida.

Es cierto que, mientras el modelo de movilidad no termine de transformarse, el parking de Anelier se seguirá percibiendo como imprescindible. Pero no podemos quedarnos atrapados en esa dependencia para siempre. La transición hacia una sociedad más humana y ecosocial requiere pasos firmes: sustituir el asfalto por zonas verdes y potenciar una red que nos permita movernos de forma eficiente. Anelier es hoy un espacio en transición; su valor actual como parking es el reflejo de una sociedad dependiente del automóvil privado que debemos superar para que nazca una ciudad diseñada, por fin, para las personas.