La última victoria de Nelson
El lateral derecho osasunista abandonaba el estadio con una profunda herida de combate en su cuerpo y con otra sangrando en su ánimo. Mientras le izaban los camilleros y el jefe de prensa del club manifestaba toda la angustia del momento en su rostro - "está roto, está roto", repetía-, al otro lado del muro que separa el estadio de la calle, la supervivencia deportiva de la contienda cotidiana, los compañeros del caído Nelson se derrumbaban en el banco corrido del vestuario con los pies colgados sobre la derrota. Era el momento para que alguien recordara a otro Nelson (el almirante inglés Horatio Nelson), que perdió la vida después de ganar la célebre batalla de Trafalgar a la armada de Napoleón. Pero con un marcador aplastante en contra, un fútbol con pocas expectativas de éxito y un compañero perdido, el ambiente no estaba para lecciones de historia. Pero la historia sí que estaba esperando a este partido. La épica, las grandes epopeyas deportivas, surgen de tarde en tarde y necesitan de todos los ingredientes ya relatados: huesos rotos, cuerpos abatidos que se levantan, mucho músculo, más corazón, derroche de rabia, vendas y esparadrapos, sangre en la camiseta y una fe en la victoria que convierte lo imposible en una conquista imparable. No sé qué dijo Mendilibar, que bastante tenía con tragar los errores en su planteamiento estratégico, pero he leído lo que dijo Nelson (el marino) poco antes de comenzar la última gran batalla de su vida: "Inglaterra espera que todo hombre cumplirá con su deber". Y el osasunismo, y Nelson (el guerrero africano), esperaban que los once futbolistas vestidos de rojo hicieran honor a su camiseta, a su escudo, a su gente, y ganaran la batalla, que esta vez, por la recompensa, era como ganar esa larga guerra de los diez últimos meses. Y ahí acabó saliendo lo mejor de Osasuna: la combatividad, el esfuerzo colectivo, la solidaridad, la genialidad de sus tipos más geniales, la experiencia de sus veteranos profesionales y hasta la puntería de quien no metía goles ni a cañonazos. Trafalgar convirtió en leyenda a Nelson (el vizconde) aunque pagara con la vida; este Osasuna-Sevilla encumbró a héroes como Camuñas, Kike Sola o Lekic, pero guardará también un recuerdo especial para Nelson (el defensa), el tipo que entregó una pierna para frenar un contragolpe cuando su equipo estaba casi muerto, derrotado, y que supo de la gran victoria de sus compañeros en la sala de un hospital. Así es Osasuna, un equipo irreductible, un sentimiento mamado en grandes lances y contra enemigos que parecían imbatibles. Como dijo un oficial francés al comunicar a Napoleón la derrota en Trafalgar: "Es que nosotros tenemos a Dios y ellos tienen a Nelson". Y a Puñal, y a Cejudo, y a Sergio, y a Pandiani...