PAMPLONA. En un partido extraño, tan intenso en la ejecución como poco sugerente para el aficionado, Osasuna se mostró como un equipo aguerrido, implicado y batallador al que se le apagaron las luces en los últimos metros y no encontró el modo de alterar el marcador. Nada que objetar a la entrega y a los deseos de atacar el partido, como tampoco hay forma de obviar que los rojillos se perdieron en la selva de las buenas intenciones, de la falta de acierto y de la ausencia real de peligro.
En un partido a arreones, a pellizcos de ingenio de Raúl, a tirones del balón parado, Osasuna rebuscó casi todos los modos con los que atrapar la victoria y debió conformarse con un empate. A estas alturas, un botín corto en casa para aspirar a metas mayores -es hacia donde camina este equipo-, también un punto bien recibido para completar con holgura los requisitos de la permanencia. Hay que tener buena memoria para recordar cuándo se podía lucir por aquí 40 puntos en el casillero con 30 más aún por jugarse.
En un partido impreciso y con mucho atasco, que la única oportunidad de gol llegase a dos minutos del descanso resumía la escasa propensión que tuvieron los dos equipos a inquietar la portería contraria. En el caso de Osasuna, hubo interés desde el principio por incidir en el marcador, pero la puesta en acción a buen ritmo, con control apreciable sobre el encuentro, fue dejando paso a una menor intensidad y, entonces, a que el Getafe se atreviera a aparecer algo, cerca del área de Andrés. El paso de los minutos sin premio no benefició a los hombres de Mendilibar, que se entregaban a un abnegado trabajo -la brega de Nino fue un buen ejemplo-, pero no encontraban un solo camino claro. La propensión al desorden de Lamah fue haciéndose sitio por la banda izquierda y las propuestas de Osasuna se limitaron entonces a las incorporaciones de Cejudo por la derecha, al batallar eterno de Nino y a la suma de los hombres altos en las acciones a balón parado, donde este equipo recoge beneficios y ahora también merecida fama. El Getafe no se sentía mal en ese escenario espeso, de mucho trabajo oscuro sin una chispa de luz. Nino reivindicó su labor sin tacha firmando la ocasión del primer tiempo, pero al buen centro de Puñal y a su avispado desmarque no le siguió un remate en condiciones.
El Getafe es una rareza de equipo porque, aunque presenta un cartel poco sugerente y de escasa presencia, cuenta con futbolistas de calidad, hombres expertos y algunos apellidos ilustres con rango para jugar en clubes más altos en el escalafón. A la sombra de los conjuntos grandes de Madrid, congelado en su estadio, al Geta le cuesta quitarse ese color gris, pero posee recursos de sobra como para fabricar un partido molesto, y con esa sensación se debió marchar Osasuna al descanso tras completar un primer tiempo discreto.
El fondo de banquillo de Mendilibar se ha visto limitado en las últimas jornadas. No por la aparición de los elementos del filial que, de un modo u otro siempre han respondido, sino por el perfil de los elementos sanos de la primera plantilla con los que podía gestionar los relevos. Por esto, también porque el serbio vivía su único momento dulce desde que llegó a Osasuna, la recuperación rapidísima de Lekic y su inclusión en el banquillo ofrecía una alternativa firme y satisfactoria. A él recurrió el técnico después de que la entrada en el segundo tiempo le ofreciera las riendas del partido y una clara animación. Hubo un chisporroteo general en el juego que pareció anunciar alguna leve mejoría. Con Lekic en el campo y Nino en el sitio de Lamah -fue el hombre del cambio-, Osasuna se lanzó a una presión más decidida que borró del césped al Getafe mediada la reanudación. Ahí fue cuando el equipo madrileño abrazó definitivamente el empate sin goles como el gran premio de la noche y acabó reconduciendo su juego a preservar el punto.
Nino había tenido una ocasión nada más volver de los vestuarios y, también empujado por esta circunstancia, Osasuna le había dado un impulso nuevo a sus operaciones en el ataque. Con Raúl García como gran maestro de ceremonias y fabricante de juego en la zona caliente del campo -bien respaldado por un Puñal colosal unos metros más atrás-, Osasuna pisó el área una y otra vez y siguió explorando los modos de marcar. Fue Raúl el que se sacó un zurdazo para probar al portero del Getafe y concluir que ayer no tocaba ganar, que los rojillos se quedaban en la antesala. Faltó la definición.