pamplona - Fue una jugada rara porque a Osasuna, que suele mantenerse sólido en su cuadrícula y organizado, le pillaron partido, dividido en dos porciones, en dos grupos. Los rojillos venían de aproximarse al segundo gol, en un centro chut de Rubén García y, con mucho personal al calor de esta jugada y con la fogosidad en el cuerpo por minutos anteriores de dominio -se había sentido a su rival maltrecho-, la salida a la contra del Rayo Majadahonda fue un desastre. A la defensa le llegaron en igualdad numérica y el último pase encontró el hueco suficiente para que llegara sin oposición ante el portero el último remate, el gol de la igualada.

A Osasuna, que sufrió un cruel revolcón en el anterior encuentro como visitante -el del tanto en el minuto 90 en el Carlos Tartiere-, se le sigue resistiendo la victoria fuera y ayer, ante un contrincante muy peleón pero también inferior, volvió a quedarse con las ganas, sin completar la tarea. Los números de los rojillos fuera de El Sadar, dos puntos de 18 posibles, castran cualquier posibilidad de acceso a posiciones mejores y minan la credibilidad como aspirante a empresas mayores, a la zona alta y, todo lo contrario, gira el rostro hacia la parte de abajo. Sea por la causa que sea, ayer por la efectividad casi letal del Majadahonda al aprovechar el segundo de sus disparos entre los tres palos, la desconexión entre líneas en un contragolpe, Osasuna no es capaz de sostener un marcador como visitante y pelea contra esta frustración. El equipo de Arrasate tampoco puede reclamar de ayer mucho más premio, a pesar de que dispuso de un remate al larguero en el tiempo de descuento que hubiese cambiado toda la historia. Los rojillos, con colaboración inexcusable de los madrileños, completaron el peor encuentro de la temporada, con especial rango de pesadez de la primera parte. La reacción del segundo tiempo, en donde se crearon oportunidades para haber dado profundidad al marcador y sosiego al partido, queda para adornar la historia de otro encuentro con decepción, frustración.

Con la exigencia por bandera en el caso de los rojillos, no es que Osasuna y Rayo Majadahonda llenaran de emociones las vacías gradas del Wanda. Al contrario, los dos equipos ofrecieron un primer acto sin nada reseñable, con un testimonial disparo entre los tres palos firmado por el equipo local y sin ver puerta por parte de los rojillos. Dentro del pobre tono general, a Osasuna le correspondieron más minutos de dominio, aunque esta posesión nunca se tradujo en ocasiones claras. Más rotundo a la hora de tomar decisiones y aproximarse al área, sin embargo no hubo pólvora en los últimos metros. Poco precisos en los últimos metros, la peligrosidad de un hombre como Juan Villar, un delantero dotado para el susto, quedó anulada en esta primera mitad para olvidar.

Sin oportunidades, sin emoción, el partido se estaba convirtiendo en un tedio al que había que darle la vuelta de algún modo y, empujados para escapar de tanta pesadez y ser protagonistas, Osasuna carburó mejor y, por fin, creó peligro de verdad. Dos ocasiones protagonizadas por Rubén García y Fran Mérida fueron los prolegómenos al gol de Juan Villar. Al delantero de referencia por fin le suministraron un balón para el remate y, tras centro de Roberto Torres e intentona fallida de Nacho Vidal, fue letal en el área pequeña.

Encendido el marcador, los rojillos vivieron sus mejores minutos, jugaron muy cerca del área del Rayo Majadahonda y estuvieron muy cómodos, sin notar peligro alguno en el lado de su portero. Brandon, recolocado como delantero específico tras el relevo de Kike Barja por Juan Villar, firmó hasta tres ocasiones claras en las que, simplemente, no fue capaz de rematar entre los tres palos -en una de ellas reclamó tímidamente un posible penalti por un empujón de un defensa-. Estaba Osasuna feliz, incluso aprovechándose del plan suicida del Majadahonda de sacar el balón jugado desde debajo de su larguero, cuando le pillaron roto, plantado en el área de su rival, en la acción del empate.

Osasuna sí estuvo irritado a partir de ese momento y comenzó a gestionar los últimos minutos mirando el marcador, tirando de memoria y recordando el disgusto del anterior encuentro fuera de casa, donde le doblegaron en el último suspiro. Unai García, uno de los mejores rojillos sobre el terreno de juego, estuvo a punto de celebrar su partido cien con un gol. El larguero, en el tiempo añadido, le impidió la fiesta. La fiesta completa del primer triunfo fuera de casa, que sigue como gran asignatura pendiente. Como asunto sobre el que se tambalea Osasuna.