Allá por el pasado mes de marzo, cuando Osasuna planteaba al Gobierno de Navarra las opciones para recomprar El Sadar, preguntaba en esta misma sección a la directiva cuál era el plan para dar contenido a un estadio más amplio y más cómodo, qué oferta quería hacer al socio y al aficionado para reclamar su presencia en mayor número en un campo con más localidades. Planteaba en estas líneas como paso previo a cualquier obra arquitectónica el “recomponer” los principios deportivos que siempre han identificado a Osasuna para volver a captar a un público que hace diez meses estaba desilusionado con su equipo pero sobre todo con las líneas básicas de un proyecto en el que ni el juego era fiel a la idiosincrasia ni había apenas presencia de jugadores de la cantera. No soy tan pretencioso de pensar que la directiva tome en cuenta lo que expongo en estas columnas, pero el giro deportivo dado en los últimos meses, el ambiente que se respira ahora en El Sadar y hasta el rigor organizativo aplicado en Tajonar desde la llegada de Ángel Alcalde dan a entender que algo ha cambiado. O que hay intención de hacerlo...

Así las cosas, y con la negociación para conseguir que el Gobierno de Navarra avale la inversión necesaria para la reforma integral de El Sadar (la reforma parcial no es una obra de futuro y ahí está el ejemplo del Arena cuando parecía que nunca llenaría sus diez mil localidades), el partido de hoy con el Cádiz, la promoción de entradas realizada para llenar las gradas, es la prueba de carga para comprobar cuál puede ser la resistencia del proyecto estrella del centenario. Aprovechando la estrecha conexión que el equipo de Arrasate ha establecido con su hinchada -el que Osasuna provoque emociones, que entretenga cuando juega de local y que, en líneas generales, abra expectativas deportivas ilusionantes-, los dirigentes del club han intentado medir hasta dónde alcanza el respaldo de los aficionados, sacar la foto que haga pensar a los más remisos y a los partidos políticos mas renuentes; esa imagen de un estadio lleno de gente que, sin palabras, hable de que con un buen trabajo de precios ajustados y de promociones de entradas como la realizada en esta jornada, expondría que la ampliación del número de localidades que contemplan los proyectos de remodelación quizá no dejaría mucho cemento a la vista. Con los rivales que tienen que pasar todavía por Pamplona, casi todos los aspirantes a los seis primeros puestos, repetir la experiencia de llenar el estadio con el mismo éxito (que es difícil porque hoy la festividad y la hora juegan a favor) sería el mejor aval para los planes de Sabalza y su directiva.

Una plantilla fiel al espíritu y a los fundamentos de Osasuna consiguió con el ascenso el dinero para enjugar casi toda la deuda; otra, con idénticos principios, puede propiciar el empujón definitivo para hacer realidad un nuevo estadio. Es lo que pasa cuando el orden de valores no se altera y se mantiene la fidelidad a unos principios asentados durante décadas. Hemos pasado de querer comenzar a levantar la casa por la tribuna a reconstruir el osasunismo usando los viejos cimientos.