me encontré con Braulio Vázquez en el descanso. El director deportivo se refugiaba en las escaleras que dan acceso al hall de vestuarios. Parecía un ratón en una jaula llena de gatos. Agitaba la botella de agua que llevaba en la mano como si fuera una coctelera. No quería ver a nadie. Buscaba estar solo. “Nos estamos jugando mucho. No podemos fallar a los dieciséis mil que están ahí...”, componía en un discurso nervioso. La inquietud de Braulio es extensiva a otros integrantes del club; en esta cuenta atrás, la excitación en los despachos late en paralelo al temor de que pueda pasar cualquier cosa, de que no se alcance el objetivo. Me consta que lo están pasando mal, no porque no vean capacitada a la plantilla para soportar la presión, todo lo contrario, sino porque el fútbol está sometido a los azares del juego. “Mira el año pasado el Huesca...”, sacaba a colación Braulio. No creo que sea un ejemplo bien traído: el cuadro oscense pasó un calvario de ocho jornadas sin ganar y le salvó una cuenta de ahorro llena de puntos. En el caso de Osasuna, ni siquiera hay partidos por delante para que eso ocurra. “Mira -intenté calmarle-, tienes buenos jugadores, buen entrenador y un equipo de las máximas garantías. Después del disparate del año pasado yo creo que has fichado bien y la afición está satisfecha y confiada”. Es más, me atreví a exponerle, muchos aficionados no le hacen ascos a esta Segunda división en la que salen partidos trepidantes y hay margen para dar oportunidades a chavales de la cantera. “Y no sé si en Primera vamos a ver a muchos chicos de Tajonar con el nivel de exigencia que tiene la competición...”, avancé. Pero no estaban los pensamientos de Braulio tan lejos, aunque ya tiene avanzados nombres de posibles fichajes en caso de ascender y parece que también hay una agenda con jugadores navarros que destacan en Segunda y que podrían ser incorporaciones si al final no hubiera premio gordo. Pero eso no me lo dijo él. Tampoco, aunque asentía con el gesto, cuando salieron a colación la lluvia de millones que supone alcanzar la Primera división y todo lo que arreglarían en cuanto a la economía del club y a los proyectos en perspectiva. Sí, hay mucho en juego.

Dejé a Braulio donde lo encontré. La segunda parte, aunque no calmó los nervios, puso de manifiesto de nuevo que no hay en Segunda un equipo más solvente, más intuitivo sobre lo que requiere cada momento del partido y con mejores prestaciones que Osasuna. Sumen a eso la combatividad, la complementariedad para cambiar a jugadores de posición (Rober Ibáñez, Torres, Nacho Vidal, Rubén García, Perea?), la experiencia y la consistencia como bloque. En lo poco que resta, la suerte no dará la espalda a Osasuna porque el equipo no ha llegado hasta aquí por suerte. La nueva remontada de ayer, cómo supo leer Arrasate las intenciones del Dépor, los recursos técnicos exhibidos, solo animan a ser optimistas. Quizá jugadores como Unai y Aridane le pusieron ayer cara a ese nerviosismo, pero es inevitable y hasta comprensible. Hay mucho en juego, pero lo más importante hace tiempo que se ha conseguido: la afición disfruta con su equipo y el equipo disfruta con la afición. Braulio debería también darse por satisfecho.