perea es joven, muy joven. Pero estas oportunidades, las de pasar a los libros de historia del club, se presentan una vez en la vida. En Osasuna, los ascensos a Primera División llevan subrayados los nombres de entrenadores y futbolistas que asumieron el protagonismo durante toda la temporada, gente con un sello y una trayectoria; sin embargo, la foto que resume ese momento del tránsito entre categorías tiene una figura y un rostro que los aficionados recuerdan durante años. Ahí está Rández, congelado en el instante en el que volea con la pierna izquierda en Murcia; Trzeciak pegado al palo empujando la pelota a la red del marco del Recreativo; Kodro ajustando el balón ante la salida de Becerra en Girona. Ninguno de los tres disfrutó de una larga trayectoria en el equipo, su hoja de servicios no es muy extensa pero el gol del ascenso lleva para siempre su apellido.

Perea, de 21 años, debería tomar en cuenta las enseñanzas de Bob Paisley, el hombre que entregó cincuenta años de su vida al Liverpool, primero como jugador, después como entrenador y, finalmente, desempeñando el puesto de manager. A Paisley, que ocupaba demarcación de defensa, posiblemente le ocurrió alguna vez lo que ayer al joven osasunista: que apareció en el área del rival, fuera de su hábitat natural, y cuando tuvo que oficiar con la sutileza de un delantero acabó despejando con la contundencia de un central acosado por una manada de delanteros. De ahí, quizá, el origen de esta frase que le atribuyen al primer entrenador en ganar tres copas de Europa: “Si estás en el área de penal y no sabes qué hacer con la pelota, métela en la red y ya discutiremos las alternativas más tarde”.

En ese dilema se vio ayer Perea cuando a pocos minutos del final recibió el pase atrás (“toma y métela”) de Brandon. El chico atacó la pelota con la fuerza que le concedía la veloz carrera que realizaba escoltando el ataque como primer avanzado del medio campo: era como lanzar un penalti con un defensa que llegaba vendido al cruce. No sé si vio mucho portero o poca portería, o fue un relámpago fugaz, el caso es que mientras la hinchada corría ya en dirección a la Plaza del Castillo, el balón tomaba dirección a la bahía.

Fue el momento del partido, el del ascenso a la tercera oportunidad. Arrasate había hecho los cambios para ganar, con Brandon y Xisco en el campo; el Cádiz, muy tímido y encogido toda la tarde, no tenía más horizonte que el empate; si hubo hasta ese momento alguna ocasión clara de gol, está anotada en el lado de Osasuna. Fiel a sus principios, el entrenador rojillo quiso cerrar el ascenso en el campo y no dejarlo en manos de sus perseguidores. El equipo, con la garantía del buen trabajo defensivo desarrollado toda la tarde, también dio un paso adelante. Ya antes había aparecido la cabeza de David García, como en Sabadell ¿se acuerdan? Pero no llegó el gol que encendía la traca.

Así las cosas, este ascenso puede ser recordado por un no gol. O por el gol de Vadillo, Montoro o Puertas, que viene a ser lo mismo. Pero esta temporada magnífica, este ascenso, se merece un rostro, una imagen que hable por sí sola y sea capaz de remover los recuerdos años después. Iba a ser la de Perea. ¿Y si lo dejamos para el sábado?