pamplona - Osasuna está dispuesto a mantener el paso hasta el final y a completar todas las tareas que se ha impuesto y le han ido surgiendo a lo largo de esta temporada fantásticas. Liquidado el asunto del ascenso, el objetivo más codiciado y con valor máximo, se han sumado al plan de trabajo de los rojillos la consecución del récord de victorias consecutivas en casa, cosa que ayer se igualó con la decimosexta y se puede incrementar en la última jornada con el Oviedo, y el logro de terminar como campeón.

Estimulado por todo ello, todavía más por seguir ahondando en el idilio con su afición, Osasuna respondió a la cita frente a Las Palmas y sumó los tres puntos en una clara demostración de saber hacer -la pegada de un equipo ganador-, pero sobre todo de compromiso y de sensatez. Tras los fastos del ascenso, los rojillos evidenciaron que no se van a dejar llevar y que mantienen la concentración y el sentido para completar una campaña inolvidable, en la que pese a que sólo quedan dos encuentros por delante, hay trabajo por hacer. El que se ha buscado Osasuna.

Con el ascenso logrado, la presencia de una alineación sin concesiones, con los titulares más o menos previsibles para otra jornada cualquiera de este año, hacía que Osasuna partiera desde una posición de seriedad indiscutible, respetando la dimensión que le ha dado a su hacer en el torneo y la adhesión de sus aficionados, de ánimo inquebrantable y voluntad de traga millas cuando hace falta. Con la Liga finiquitada en el objetivo gordo, había curiosidad por comprobar el comportamiento de los rojillos en esta cita tras la resaca. La expectación dio paso a un primer tiempo que resultó un buen resumen de las características del Osasuna de la campaña. Los rojillos expusieron su tradicional actitud, decidieron imponer las normas del partido y, frente a un rival también con los deberes hechos, interpretaron un monólogo en toda regla.

A Kike Barja, el partido le dio una lección a los siete minutos cuando, tras encarar sin rivales al portero, decidió administrarse la resolución de la jugada y, en este caso, no mirar a su costado derecho donde Juan Villar estaba también solo, con el pie dispuesto a marcar. En una acción algo más embarullada, pasada la media hora de partido, el extremo sí decidió optar por el apoyo del delantero para que éste marcara.

Entre una acción y otra, sólo existió Osasuna en el partido. Más atento a los rechaces, más activo, con el ánimo excelente, jugó casi siempre en el medio campo de su oponente y firmó ocasiones, por mediación de David García un par de veces y Fran Mérida, como para haberse ido con goleada al descanso.

Sin excesos, la fiesta estaba donde debía estar terminado el primer acto y, a la espera de mayores emociones, todo iba bien con la victoria y la ampliación a dieciséis los triunfos consecutivos en El Sadar, empatando el récord histórico, con un equipo comprometido y que gobernaba el partido con comodidad y calma.

A Osasuna le importunó la salida en tromba de Las Palmas en el segundo tiempo. Desaparecidos en la primera mitad, el equipo revisó el manual de orgullo que se lleva en el equipaje de cada partido y en cinco minutos creó tres ocasiones de gol, que se marcharon fuera o se encontraron con Rubén. El meta rojillo ha ido creciendo con el paso de la temporada y en la fiesta de ayer en El Sadar no estaba dispuesto a que nadie se la estropeara. Osasuna regresó al partido pasado el primer cuarto de hora y a los veinte minutos a Juan Villar le taparon todos los huecos en un mano a mano con el portero visitante en una acción con pinta de definitiva. El partido se fue marchando sin ocasiones, tuvo otra más Las Palmas y con el acierto para el lado de los rojillos que, con Xisco como ariete se cobraron el segundo gol tras otra galopada de Nacho Vidal, que parecía que necesitaba dos campos más para desfogarse del ímpetu que puso en cada acción. Osasuna llega lanzado y quiere ser campeón. No ha perdido el norte, sabe lo que quiere. Más.