Se acabó. Se terminó. Como cuando estás sumido en el mejor de tus sueños y suena el despertador. Los rojillos han saboreado una temporada tan gustosa que, además, aún es mejor después de los años llenos de sinsabores por los que ha atravesado la entidad rojilla.

Hace cuatro años y pocos días, el osasunismo andaba absolutamente noqueado, grogui, viendo como sus jugadores caían en Sabadell y las posibilidades de supervivencia (por mucho que después se haya dicho lo contrario, en ese momento era el sentimiento general) del club eran mínimas. Pero entonces aparecieron las cabezas de David García y Javi Flaño para dar esa transfusión que necesitaba la entidad en forma de dos goles que aseguraron la salvación.

Han pasado cuatro años en los que casi se podría que ha habido de todo. Cosas buenas, malas y regulares. Pero, sin duda, hacía muchos muchos años que la masa social rojilla no paraba de sonreír, de reír, de ser feliz pensando en su equipo de fútbol.

Claro que esto es un deporte y hay cosas que te hacen la vida más fácil o difícil, pero que Osasuna haga una temporada como está, alivia lo complicado y multiplica lo bueno hasta el infinito.

Solamente hay que bajar unos minutos antes de que comience el partido por los alrededores de El Sadar. La gente está feliz, quiere ver a su equipo. Y no, que no se equivoquen quien no entiende lo que es Osasuna. Esa felicidad, ese orgullo, no es por ascender, ni por haber hecho la mejor temporada en casa que cualquiera pueda recordar. No. Aunque ayuda, para qué negarlo también.

Pero ese orgullo rojillo viene más por ver a su equipo, con los valores de toda la vida, sobre el césped de El Sadar, al que despedimos ayer tal y como le conocemos, que por los resultados deportivos.

Por ahí deberían ir los pensamientos del club de cara a la próxima temporada donde, obviamente, va a ser mucho más complicado rascar cualquier punto en Primera división. Pero con un equipo reconocible, El Sadar volverá a ser un infierno para todo el que trate de arrebatar tan preciado botín de las garras de tierras navarras. Y así la permanencia estará más cerca, el futuro será más brillante y la felicidad y el orgullo rojillo seguirán intactos. Braulio, Jagoba y la Junta tienen trabajo, pero ya han visto este año que la recompensa en forma de cariño e implicación vale la pena.