“Tienes que jugar en equipo y estás en una sociedad diseñada por gente que solo piensa en sí misma y nunca considera al prójimo. ¿Cómo jugar en equipo en un mundo ensimismado?”. Estas y otras reflexiones sobre el fútbol como una actividad colectiva atacada por los excesos de individualismo las desgranaba Louis Van Gaal, exentrenador del Barcelona, en una entrevista con El País este verano. Concluía el técnico holandés con un descriptivo “Messi y Neymar no me gustan como jugadores de equipo”. Ese concepto del fútbol como un ejercicio grupal encuentra en este Osasuna uno de sus más fieles exponentes. Y no es nada nuevo. Quizá porque desde antiguo la imposibilidad de retener a los mejores talentos ha definido el perfil del futbolista rojillo: laborioso, peleón y resistente. Ese carácter imprime un sello que han absorbido también primeras figuras como Urban, Milosevic, Soldado, Plasil, Pandiani... Ahora no hay futbolistas tan relevantes, pero la fortaleza del grupo permite presentarse en esta Primera división con un certificado de garantía defensiva al que el entrenador ha aplicado un dinamismo y un despliegue atacante que los futbolistas han desarrollado con la solvencia apreciada ante el Barcelona y ayer en Valladolid. Ese carácter ambicioso que ya aplaudimos en Segunda división alcanza su máxima expresión en los dos últimos partidos, en los que el empate no es suficiente y el equipo porfía hasta el último segundo por la victoria. Lamentar en esta ocasión el poco acierto en el remate o la mala suerte en los últimos segundos del partido sería restar méritos a un Osasuna que, por encima de todo, hizo un magnífico partido de principio a fin y no recogió el premio que merecía.

Decía en la misma entrevista Van Gaal que “todo equipo necesita una estructura cuyo propósito sea la colaboración entre cada uno de los integrantes”. Arrasate aplica la fórmula, que encuentra su mejor expresión en un juego solidario y en un esfuerzo compartido. Por eso jugadores como Brandon, Chimy o Estupiñán encajan en la idea; además, Brandon acompaña la presión intensa con una intervención en el juego de ataque que pudo ser determinante en la primera parte; Chimy se multiplica arriba y abajo, aunque en algunos minutos de la segunda mitad olvidó los conceptos y pecó de egoismo a la hora de acabar las jugadas: lo enmendó con el pase de gol; y Estupiñán aporta ese factor desequilibrante, que cobra más valor cuando sigue atacando más allá del minuto 80. Y para terminar, un futbolista de la trayectoria de Adrián dio en poco tiempo una lección de juego colectivo.

Van Gaal cree que el individualismo instalado en esta sociedad que abraza la soledad de las nuevas tecnologías, ese “aislamiento”, acampa en muchos equipos que solo hacen girar el balón en torno a sus figuras. “Como entrenador debes encontrar un antídoto contra esta realidad”, propone. No digo que Osasuna sea la ejemplificación perfecta de ese concepto, pero sí que se le acerca mucho. Los movimientos compartidos, el intercambio de posiciones entre Brandon y Rubén García, son otro exponente de un grupo multifuncional, que escucha a quien tiene a su lado, que huye del egoísmo y que no vive aislado porque sabe lo que su entorno pide y espera. Un equipo a tomar en cuenta.