Osasuna se llevó los tres puntos en el partido del día del centenario para poner así la sabrosa guinda al día de la celebración, endulzar la clasificación y regalar una golosina a sus aficionados, que vivieron desde fuera lo que debía haber sido una fiesta in situ. No fue un encuentro trepidante, a la altura de lo que se esperaba de un derbi; ni tampoco un partido de rompe y rasga, como parecía anunciar el reunión de dos conjuntos bravos; no hubo excitación en la grada, ni un descorche de oportunidades en las dos porterías. Sólo la importancia de los puntos sostuvo la pelea.

El partido del centenario sin embargo no era un cita más, pero sí un encuentro más en el que había que saber estar a la altura. Ayer, un Athletic sólido y compacto, le impidió a Osasuna desarrollar el protagonismo que le gusta en El Sadar y le obligó a reconvertirse, tornarse todavía más seguro en defensa y mantenerse en el partido por su portería a cero.

Como durante estos cien años, Osasuna ha hecho de la resistencia uno de los salvoconductos para la supervivencia y, en las tardes menos brillantes, uno de los argumentos para ganar. Y así, en un partido atascado y sin mucha luz, el Athletic concedió y Osasuna se aprovechó de ello. El inocente penalti de Capa sobre Kike Barja, en una acción de superioridad para los defensas rojiblancos y evidentes dificultades para el delantero rojillo, le abrió a Osasuna la puerta de la victoria de manera insospechada.

El gol de Rubén García propició la explosión de alegría de un grupo de jugadores que demostró entonces que había tensión emocional, leña y fuego ardiendo en el interior, responsabilidad ante el encuentro y quizás una emotividad que no dejó que corrieran las buenas sensaciones de los dos encuentros anteriores. El recuerdo a los aficionados también fue un guiño de complicidad en este día especial.

El partido del centenario ofreció una primera parte floja y deslabazada, muy por debajo de la emoción e intensidad que se presuponía para este choque especial. Abuso del juego aéreo, imprecisión en los pases, fueron la tónica de los dos equipos que ofrecieron también peligro con cuentagotas. La ocasión más clara fue del Athletic, por mediación de Berenguer a los diez minutos, que obligó a una buena intervención de Herrera tras su disparo desde el borde del área. También el meta estuvo atinado en un remate de Íñigo Martínez en el descuento.

Más precipìtados que en otros encuentros, con poca conexión entre los jugadores del ataque, la única ocasión digna de reseñar para los rojillos fue un lanzamiento de falta de Íñigo Pérez que se marchó fuera, cerca de un poste. Como el Athletic, Osasuna no fue capaz de dar tres pases seguidos, pero dejó más terreno para el esparcimiento a sus rivales, lo que le creó problemas. Que sin remates a puerta no se puede marcar fue una de las conclusiones de la confusa primera parte de los hombres de Arrasate.

El Athletic se había mostrado más peligroso en el primer tiempo, pero cambió el colmillo por el papeleo en el segundo. El equipo de Garitano se fue agrandando pero sin saña ante Osasuna, que también supo contrarrestar sus acometidas. Tanto se fue espesando el partido que, más que en otras días, en el caso de llegar la victoria, sólo podría ser por algún error.

Jony dispuso de una ocasión para marcar en un pelotazo de Sergio Herrera que se convirtió en un servicio de gol gracias a la carrera del extremo, que se topó con Unai Simón.

Osasuna se animó algo más con la aparición en el campo de Barja y Adrián y el extremo de Noáin fue el damnificado por el atropello de Capa en la acción del torpe penalti. El lateral rubricó su tarde aciaga con un remate erróneo que, de ser ocasión de gol, pasó a manso testarazo a las manos de Sergio Herrera. La historia de los equipos también se escribe en partidos sin mucha historia y con botín de puntos. Y con el recuerdo del aficionado por parte de los jugadores, ayer felices a distancia.