El 20 de mayo de 2017 será una fecha que nunca olvidará en su cabeza Kike Barja. Aquel día, el canterano de Osasuna hizo su debut oficial con la primera plantilla rojilla. El de Noáin, con el dorsal 30 a la espalda, disputó más de un cuarto de hora en la derrota por 5-0 ante el Sevilla. Un resultado que reflejó lo que fue aquella trágica temporada.

Ese cuarto de hora supuso un rayo de luz en aquella tormenta gris. La irrupción del canterano significó la aparición del trigésimo sexto jugador en aquella campaña. Sin embargo, no fue una más. Aquella misma semana el club comunicó que a partir del siguiente curso el extremo iba a disponer de ficha profesional, lo que supondría un aumento, no solo de estatus, sino de la cláusula de la última perla que había salido de Tajonar en aquella época.

1.267 días después, Barja regresará al escenario en el que se dio a conocer en Primera División, con la diferencia de que aquel día no formaba parte de la primera plantilla a todos sus efectos. Además, el club anunció el pasado mes de abril su renovación hasta junio de 2023, con una cláusula de rescisión de 10 millones de euros, una cifra inimaginable para aquel joven jugador cuyo sueño era llegar al primer equipo del club de su tierra.

Aquel estreno con el primer equipo en partido oficial se tradujo, después, en que su cláusula de 350.000 euros de aquel curso ascendía a 4 millones, y Barja dejó de ser un habitual del Promesas que subía a realizar las pretemporadas veraniegas con los mayores, para formar parte de manera definitiva del primer plantel rojillo.

Desde que a los 8 años fichase por Osasuna procedente del Bidezarra, Kike Barja ha pasado por todas las categorías inferiores de la entidad navarra, por lo que el día del Centenario, en el que su participación fue fundamental, sirvió para que el extremo se quitase parte del sabor agridulce de su debut con el primer equipo. “Como navarro que soy, para un niño que empieza a jugar en su pueblo y consigue llegar al primer equipo y a jugar en el Centenario, es un día que se me va a quedar grabado”, dijo emocionado 3 años, 5 meses y 4 días después de aquel estreno.

Desde aquel primer día, la proyección de Barja ha sido considerable, y aunque todavía no ha tocado techo a sus 23 años, su camino no ha sido de rosas. A pesar de debutar con gol en El Sadar de la mano de Diego Martínez, y de contar en los planes tanto del técnico gallego como de Jagoba Arrasate, una inoportuna lesión del ligamento cruzado en la primera semana de entrenamientos de la pasada temporada se interpuso en el camino del jugador, y Barja, al que durante ese tiempo de recuperación no se le borró la sonrisa, volvió en enero.

Kike Barja celebra su primer gol en El Sadar en la temporada 17/18. Foto: Javier Bergasa

Cantan Los del Río eso de que “Sevilla tiene un color especial” y sí que es cierto que el feudo sevillista -que fue el último estadio con público que visitó Osasuna antes de que la pandemia parase la competición- no es un escenario favorable para los intereses rojillos -donde ha caído en 10 de 11 visitas ligueras-. Pero el Ramón Sánchez-Pizjuán tendrá cabida en el recuerdo de Kike Barja, porque ahí fue donde aquel niño de ocho años comenzó a escribir su historia con el club de su vida.