Osasuna no logró saltarse los pronósticos y un Barcelona con energía y animado por los últimos marcadores, con la batuta de Messi dirigiendo su orquesta, se llevó la victoria. El protocolo de la misión imposible tenía su miga porque el Barça jugó en El Sadar con todos los buenos, no dio paso a nadie de la segunda unidad y puso al argentino al frente de todo. Messi puede realizar distintas misiones y ayer no estuvo en el meollo, sino que prefirió ver el panorama con perspectiva y ordenar. Pese a las dificultades, el equipo de Arrasate estuvo a la altura de las demandas del partido, fue capaz de crear más y más claras ocasiones e hincó la rodilla porque hay sociedades letales, a las que no hay manera de quebrar. Cientos de veces Messi y Jordi Alba han hecho saltar por los aires a defensas y porteros y, por conocido el recorrido de la acción, no se sabe contener. Ayer, la conexión entre los dos jugadores fue el comienzo de la victoria.

El Barcelona ganó en El Sadar con menos comodidad de la que aparenta el marcador. Osasuna estuvo siempre metido en la faene, dando la cara y buscando la portería rival hasta el pitido final en el tiempo añadido. Un honorable ejercicio de ambición y esfuerzo que, como todo el trabajo realizado durante el resto del encuentro, se mereció más pero se quedó sin premio. El gol de Ilaix, otro chaval al que está dando entrada Koeman en un proceso de rejuvenecimiento sin complejos del equipo, terminó por darle la tranquilidad solo a muy pocos minutos del final.

No fue un partido para sentir el ánimo dañado más allá de la contrariedad que causa la derrota porque los rojillos hicieron muchas cosas muy bien. Osasuna completó un primer tiempo excelente, pero Messi sacó a relucir su radar, notó movimiento por la banda izquierda y mandó un pase milimetrado para el que debía aparecer por ahí, Jordi Alba, irrumpiera en el área y perforara la portería. Fue el único remate entre los tres palos del conjunto blaugrana en el primer acto, pero suficiente para ponerse por delante.

Osasuna tenía motivos para sentirse escocido. Estaba jugando bien con balón y sin balón, tenía recursos para superar la presión de los azulgranas y sabía ejercer una defensa limpísima, sin entrar en el juego brusco -su primera falta fue en el minuto 24-, en el colmo de la excelencia. Y encima, había tenido más ocasiones con el mismo destinatario como aguafiestas. La primera fue firmada por Kike Barja que, en su novedosa posición como segundo punta, se topó con la manopla de Ter Stegen cuando su disparo se iba para adentro. La segunda también fue abortada por el meta alemán que, además, chafó la jugada de la noche. Un cambio de juego espectacular de Moncayola -otro partido excepcional del chaval- fue recibido desde el cielo por un control dirigido de Rubén García, que soltó un zurdazo que se topó con el meta rival. Jordi Alba ya había fastidiado para entonces la noche con su gol a la media hora, pero permanecía la sensación de que el encuentro seguía abierto.

Koeman cambió su sistema para apartar de todo mal a Umtiti, amonestado y atolondrado, y, con cuatro en la defensa y Dembélé en el extremo, darle más picante a su juego, porque estaba incómodo. Messi probó a Sergio Herrera a los tres minutos de la reanudación, pero Osasuna no tembló. Calleri tuvo su oportunidad a los 25 minutos en un cabezazo que se marchó fuera.

Los cambios no mejoraron en esta ocasión al equipo y Osasuna, que no perdió combatividad, sí bajó en el fragor que estaban ofreciendo Calleri y Kike Barja, uno de los más brillantes. Antes del gol de Ilaix, a pocos minutos del final, Jordi Alba casi marca su segundo gol tras otro pase magistral de Messi. Solo con el gol del canterano el Barcelona respiró ante un equipo rojillo vigoroso y combativo que se quedó sin premio pese a buscarlo con ahínco. Tras encarrilar la permanencia hace unos días con la victoria en el campo del Alavés, a Osasuna le toca ahora empeñarse en la senda y sentir la derrota como una de las circunstancias difícilmente evitables en la Liga. Todo continúa en su sitio, al alcance de la mano.