artido a partido. Punto a punto. No sé que pesa más en este momento en los futbolistas y en el entrenador, si la responsabilidad de alcanzar la permanencia a cualquier precio o la urgencia por superar esta crisis de fútbol. Quizá lo uno empuja a lo otro: ni el técnico ni el equipo encuentran su mejor versión y la necesidad de no perder deriva en esta secuencia de empates a cero, de partidos sin alma. Sin alma y sin ocasiones, sin disparos a portería, sin tres buenos pases seguidos, sin un centro certero al área, sin que quienes disfrutan de su oportunidad como titulares aporten algo nuevo, sin encontrar revulsivo en los que salen del banquillo. Sin soluciones por parte del entrenador que consigan cambiar esta tendencia. Arrasate prueba y no le sale. Ayer le metió músculo al equipo, fue a la pelea cuerpo a cuerpo pero el Getafe es más fuerte en ese contexto. La apuesta por Gallego fracasó: ni ganó en el juego aéreo, ni atemorizó en el área ni su esfuerzo por abrir espacios encontró a compañeros bien posicionados. Algo parecido ocurrió en el doble pivote, donde se sigue echando en falta un espíritu creativo, algo más que dar pases atrás o entregas horizontales, gran parte de ellas equivocando al destinatario. Al equipo le falta chispa y velocidad, que son conceptos que van de la mano. No vamos a esperar ritmo en un partido como el de ayer, con casi cuarenta faltas, gente que se tira en cuanto siente cerca la respiración del rival, muchos golpes sucios a escondidas (por ambos bandos) y envolviendo este escenario con un griterío exagerado cada vez que alguien va al suelo y con un catálogo de volteretas más propias de un saltimbanqui que de un futbolista. Con esos condicionantes es difícil tratar de elaborar fútbol. El problema para Osasuna es que en las últimas semanas se deja ver poco por el área rival, le cuesta trazar caminos para atacar y sólo encuentra algún auxilio en las aportaciones de Barja o en las contadas apariciones de un Rubén García que no vive su mejor año en Osasuna. Una certeza extensible también a un jugador siempre determinante como Roberto Torres.

Con todo esto en su contra -en una temporada, no lo olvidemos, en la que Osasuna consumió trece jornadas sin ganar-, en un curso tan complicado por las innumerables lesiones, el objetivo de la permanencia se va aproximando, aunque a paso lento. Y en lo que queda, no creo que al entrenador se le pase por la cabeza intentar dar con la fórmula mágica para mejor el juego del equipo tanto como sostener el proyecto desde la solvencia defensiva que viene exhibiendo en las últimas semanas. La reaparición del Chimy puede despejar el horizonte en los últimos metros, pero el argentino tiene en estos momentos más ganas que facultades; con ese hándicap, ayer encontró un balón en el área que fue, a la sazón, uno de los dos únicos disparos entre los tres palos de Osasuna.

Y no es que de repente al osasunismo le haya dado un ataque de exquisitez, de poner el buen juego por delante del resultado; simplemente es que la experiencia recuerda que cuando no juegas bien acabas perdiendo. El empate es el medio camino, el quiero pero no puedo, el más vale pájaro en mano que ciento volando. Ganar tiempo partido a partido y punto a punto. Y esperar que salgan las cuentas.