Osasuna eligió a Navarra desde su origen. La inclinación unánime por el color rojo para la camiseta no es casual. Hasta entonces, solo el Iruña FC había vestido ese uniforme en los albores del fútbol en estos lugares a comienzos del siglo XX: los cangrejos, les llamaban. Los fundadores del club, en 1920, querían que la indumentaria se identificara con la bandera foral. Latía en su ánimo tanto la idea de aglutinar a los símbolos de la tierra y a sus gentes como el objetivo de ser el club que aunara las ilusiones futbolísticas y trascender fuera de las fronteras del terruño como embajador incluso más allá del ámbito deportivo. Cien años después, ambos propósitos están consolidados; en su argumentación para la concesión de la Medalla de Oro de Navarra, el Ejecutivo pone en valor el carácter de Osasuna como cohesionador social y territorial. En una comunidad de marcado carácter plural, un equipo de fútbol ha conseguido unir a gentes de diferentes estratos sociales e ideologías. Ante un 'Aúpa Osasuna' o un 'Gora Osasuna', nadie puede resistirse a dar la misma respuesta. Ahí todo el mundo está de acuerdo y cuando no lo está, por la propia deriva crítica del club o de la mala gestión de sus dirigentes, la preocupación también es común aunque las opiniones sean divergentes.

Expuesto lo anterior, la pregunta que plantea la concesión de este galardón es ¿cuándo eligió Navarra a Osasuna? El nacimiento del club coincidió con el boom del fútbol en el Estado y con la consolidación de un proyecto largamente perseguido en Pamplona y condenado al fracaso una y otra vez desde 1910. Que los partidos de Osasuna concitaran desde el primer momento la atención de centenares de personas ayudó a consolidar el proyecto. Y las salidas fuera de la provincia aumentaron el interés por conocer el resultado y detalles del desempeño del equipo. Y, con ello, las ganas de acompañar a los rojos en los desplazamientos. Una y otra cosa se juntaron tras una memorable victoria en Logroño. El orgullo por el triunfo del equipo, noticia que corrió de pueblo en pueblo, cuentan que obligó al autobús de los jugadores a detenerse en Viana para responder a las manifestaciones de cariño. Celebraba el club apenas unos años de vida y un periodista se atrevió a afirmar en las páginas del periódico: "Osasuna ya es el equipo de Navarra".

Osasuna había llegado al interés y al corazón de los aficionados de Navarra de tal manera que pronto se empezó a adivinar en el juego del equipo la plasmación del carácter de sus gentes. Así, tras una derrota en Sabadell en 1932, otro periodista creyó ver en los futbolistas rojos "un temperamento racial: juego navarro, esencialmente navarro". En esa simbiosis, unos meses antes, en el campo de Atocha donostiarra, llamó la atención la presencia de seguidores navarros con pañuelo rojo anudado al cuello, algo que sorprende también ahora porque ese distintivo no era entonces de uso frecuente en los actos festivos como lo es en la actualidad.

En la década dorada de los treinta, los grandes partidos en San Juan ya arrastraban a aficionados de los pueblos más remotos de la geografía navarra para los que se fletaban trenes especiales para viajar a la capital. El desembarco en Primera y dos semifinales de Copa estrecharon el círculo de los afectos.

Luego volvieron los altibajos, las crisis y los ascensos, tardes de fútbol en familia en Tercera y un retorno a Primera en 1980 que colocó la bandera o la bufanda de Osasuna en cada domicilio. El retorno de Murcia repitió, pueblo a pueblo, la escenas de aquel histórico regreso de Logroño. Cuarenta años después ese espíritu de pertenencia es más fuerte que nunca (sin olvidar que el club fue rescatado con el dinero de todos los navarros). Hay pues motivos más que sobrados para sostener que Osasuna y Navarra hicieron la mejor elección. Un sentimiento que recoge con fidelidad en cinco palabras la letra del viejo himno de Osasuna: "Vibra en ti Navarra entera".

Un sentimiento que recoge con fidelidad en cinco palabras la letra del viejo himno de Osasuna: "Vibra en ti Navarra entera"