Las eliminatorias de Copa a un partido son en blanco y negro, bueno o malo, porque los matices del color quedan para otros días en los que hay margen para pintar. Osasuna vivió ayer un día fundido en negro -ni un poquito de gris hubo en la actuacón del equipo- porque cayó eliminado con justicia y sin rechistar frente a un rival de Segunda División, el Girona, que se mostró en todo momento superior al conjunto rojillo, no sufrió en ningún momento ni temió de verdad por el resultado y le bastó un gol muy pronto para certificar una victoria suficiente en el marcador y cómoda en el césped.

Si había que buscar alguna medicina en la Copa para trasladar a la Liga, algún chispazo que surgiera de improviso para prender también en el campeonato regular, nada hubo de ello, al contrario. La eliminación de Copa ante el Girona le ha colocado a Osasuna mirando sin filtros a su crisis, que solo puede llevar aparejada como única buena noticia que sea sinónimo de que se ha tocado fondo.

Osasuna dijo adiós a la Copa ofreciendo una imagen desconocida, pero que se acerca a las versiones de algunos de los últimos partidos. El conjunto de Arrasate -ayer seguro sufriendo en la distancia, con Alkiza como delegado principal en la poco agradable faena- fue un equipo poco fogoso, nada impetuoso, desorganizado a ratos, inofensivo casi siempre y, en algunos lances, también desfondado, frente a un contrincante que tuvo que aplicarse lo justo para obtener un triunfo mínimo pero de premio máximo, una victoria que en pocas situaciones fue capaz de discutirle Osasuna, el equipo de categoría superior. Ni los nueve cambios en la alineación titular -tras el desaguisado del partido anterior ante el Athletic se admitía cualquier propuesta- le sirvieron a los técnicos para agitar al grupo, buscar las quizás ansias y ganas de otros jugadores y soliviantar así al conjunto, que nuevamente fue demasiado vulnerable en defensa y timorato y sin peligro con el balón. La probatura no dejó en buen lugar sus planes -dar protagonismo a más personal en la historia de esta temporada-, como tampoco la casi totalidad de los jugadores utilizados salió airoso de la oportunidad.

El partido sin color de Osasuna escribió su final demasiado pronto, a los seis minutos de comenzar. El Girona ya había sacado pecho en los lances anteriores del partido, en los que retuvo el balón sin salir de su campo más de dos minutos, no sin algunos problemas, pero exponiendo personalidad para jugar la pelota desde su cocina y advirtiendo que estaba dispuesto a saltarse el estatus del teórico rival superior.

Quizás hubo un efecto imán en ese modo de afrontar el partido -retar al otro para que coja la pelota- y a Osasuna, comprimido en pocos metros en el campo, le pillaron con una puerta de entrada abierta de par en par a sus espaldas. Un balón cruzado sobre la desfensa y un futbolista solo entrando en carrera, midiendo los centímetros con el último hombre, Juncá, bastaron para marcar y terminar la tarea.

Desde ese momento, se vio un Osasuna voluntarioso pero sin peligro, tremendamente apagado y a menor velocidad que su oponente, ofuscado para generar peligro, que por primera vez acertó a que un balón le fuera entre los tres palos en un rebote en un defensa, allá por el minuto 35. Un disparo al poste del Chimy Ávila, en el 45, en la mejor jugada del partido de los rojillos -fue un contragolpe planteado con rapidez, sentido y apoyos-, estuvo en condiciones de quizás cambiar la marcha del encuentro.

Si algo tenía que pasar en el descanso, no pasó y si pasó, no sucedió después en el terreno de juego. Osasuna siguió sin enseñar los dientes y el Girona, que con dos pases ya estaba metido en la tierra de los líos de los rojillos, desperdiciaba un par de oportunidades claras, una salvada por Juan Cruz bajo los palos y otra porque al delantero local se le quedó la pelota rezagada cuando se iba solo hacia Juan Pérez. Los cambios consecutivos de Osasuna, que no sabía como atacar el partido y veía cómo la eliminatoria se le estaba marchando sin remisión, hicieron terminar al equipo jugando con los tres delanteros de referencia en el campo -Chimy Ávila, Kike García y Budimir-, pero casi nada cambió a efectos prácticos. El delantero argentino reclamó penalti por una caída en el área -el VAR no se utiliza en esta eliminatoria y no sirvió para dar o quitar la razón-, Kike García consiguió armar un remate cruzado que se marchó fuera tras un buen servicio sobre el área -ayer no hubo ni calidad ni cantidad en esta faceta- y tan solo Budimir obligó al portero local a realizar una intervención más o menos apuradaa diez minutos del final. Es cierto que al Girona le aumentaron las dificultades en defensa ante el amontonamiento de personal en el área, pero nunca sintió un peligro cierto. Y así se acabó.

La despedida de la Copa, por cómo se ha producido, no le ayuda en absoluto a Osasuna para buscar tratamiento para su crisis en la Liga. Además, si la Copa quedaba como interesante y necesario campo de pruebas y lugar para la activación de los jugadores menos utilizados durante el campeonato, sin ella, a Osasuna le puede sobrar más de uno. Quitar peso cuando se ha tocado fondo.

4

Se cambió casi totalmente el equipo respecto a la Liga. No hubo capacidad de reacción, ni claridad en el juego. Mala imagen. Inofensivos.

6

Jugó con las ideas claras y el gol a los seis minutos multiplicó su confianza. Tuvo más criterio con la pelota y nunca sufrió.

5

Partido sin complicaciones, en el que no hubo faltas ni acciones para la polémica. El Girona reclamó un penalti y el Chimy, otro.