En la noche de las perseidas, por El Sadar cruzó a ras de suelo una estrella. No era un momento para mirar al cielo, como mucho para detectar alguna nube que pudiera refrescar este sofoco veraniego. Había que estar atento a lo que pudiera ocurrir en el verde desde que las redes sociales anunciaron la presencia en el once inicial de Aimar Oroz. Arrasate, repitiendo lo que hizo en Leganés con Moncayola en el partido del retorno a Primera, se sacó de la chistera una carta que pocos esperaban. Llama la atención que un entrenador que en ocasiones, y ante las peticiones de la afición, ha reclamado tiempo y moderación para los canteranos, eliga el primer día de competición para ponerles en el escaparate. Posiblemente el hacerlo en la primera fecha acarree menos riesgos, pero no es menos cierto que esa exposición pública del futbolista, el señalarlo como el elegido, abre unas expectativas tremendas.

Lo de Oroz, su presencia en el primer equipo, se veía venir, aunque el tiempo iba pasando lento desde su simbólico debut con 17 años. Había que actuar sin prisas, alegaba el entrenador. Hay que esperar el momento, abundaba el responsable de la plantilla. Y ese día llegó y coincidió con la noche de lluvia de estrellas, como una premonición de lo que está por venir.

La espera ha merecido la pena. Arrasate colocó a Aimar como compañero de Chimy, pero en la primera pausa de hidratación cambió de planes, dio órdenes y el chaval pasó a tener más contacto con el balón. Ya había descargado sobre Peña en la jugada del 1-0, pero su aportación no es tan determinante cuando presiona (que lo hizo sin desmayo) como cuando pega la pelota al pie, se balancea, la esconde y sale con una autoridad que llama la atención en un chaval de 20 años. Para quienes le hemos visto desde juvenil es el mismo futbolista, menos flacucho y más robusto ahora, pero con idéntica inteligencia en la interpretación del juego.

Lo que nadie podía esperar es que el novato asumiera galones de veterano. El penalti de Papu sobre Moncayola (por mucho que pataleen en Sevilla el argentino pega con su mano en la cara a Moncayola) fue su momento estelar. Cuando todo el mundo esperaba que fuera Chimy quien reventara la pelota, Aimar la tomó en sus manos y la depositó en el punto de cal. ¿Pero lo va a tirar él?, nos preguntábamos unos a otros. La responsabilidad era máxima, porque el partido había sido un toma y daca, un intercambio de golpes, de tiros al palo, de idas y venidas, un duelo que caminaba hacia el empate pero que abría para Osasuna un final triunfal.

La cámara trató de buscar en el rostro del chaval un gesto de nerviosismo, una mueca de inquietud, un parpadeo nervioso. Pero lo que transmitía la imagen se asemejaba más a un chico que viniera de jugar con los amigos, con briznas de hierba en la cara como si hubiera estado revolcándose de placer en el césped. Pero pese a la demora, Aimar no perdió la compostura, golpeó la pelota y la colocó en la red. El chico estalló de alegría y por el cielo cruzó una estrella fugaz. El chaval hacia realidad sus sueños y el de una afición que ha esperado nueve años para ganar al Sevilla. A Aimar le preguntaron qué había sentido: “He tenido ganas de llorar”, confesó. No se puede expresar mejor un sentimiento.

Confidencial

De la liga de Irán al Promesas. Entra las novedades de la plantilla del Promesas hay una relevante en el cuerpo auxiliar. Después de trabajar junto a Javad Nekounam en el Foolad FC de la Iran Pro League, el noaindarra Dani Lanz Alonso se ha incorporado al equipo B para realizar labores de fisioterapeuta y readaptador físico.