A falta de otros títulos con los que engalanar las vitrinas de trofeos, el osasunismo celebra ascensos y permanencias. No es poco. Es lo que siempre ha estado más a mano, el techo de cristal de un club que lucha por conservar su residencia en esa milla de oro del fútbol que es la Primera división. La historia del Campeonato, los partidos que ha jugado junto a los grandes, le colocan en el puesto 14º del ranking. ¿Qué demuestra esto? Pues que el lugar que le corresponde a Osasuna por su rendimiento de años está en la zona noble del fútbol. Pero la estadística no gana partidos; cada temporada es un nuevo reto (más complicado si cabe) que obliga a reforzar unos planes, a modificar otros y a reinventarse, en definitiva, en un juego que será sencillo en la idea original pero que evoluciona a enorme velocidad en estrategias y métodos, algunos de ellos impulsados por la aplicación de la tecnología. Tanto cambian las cosas. Y esa meta, la primera de cada ejercicio, la que sostiene la viabilidad del club, es llegar a los puntos que garantizan la permanencia. Con los 41 que alcanzó ayer el equipo de Arrasate en la sufrida victoria ante el Betis, ya ha conquistado el primer título de la temporada. Porque desde el curso 2011-12, desde hace once años, ningún club con ese caudal de puntos ha descendido a Segunda. El Villarreal de Lotina fue el último y queda como testimonio. Así que Osasuna ya se ha quitado un peso de encima; mejor dicho, avanza en el siguiente compromiso: pelear por un puesto en la Conference League. Porque las exigencias del fútbol no paran y una plantilla debe tener siempre retos vivos para mejorar su competitividad.

Me interesa destacar esta última idea después del partido de ayer. En su plan de dosificar el rendimiento y las prestaciones de los jugadores, Arrasate está consiguiendo resultados positivos que, en algunos casos, trascienden a lo que dé de si la actual temporada y tienen mucha importancia para consolidar el futuro. Me refiero, por ejemplo, a los minutos de experiencia y el poso que va adquiriendo Pablo Ibáñez; a la recuperación de Rubén Peña para una demarcación que ha pasado por una situación crítica (dignamente defendida en su momento por Diego Moreno); a la responsabilidad asumida por Moncayola echándose el equipo a la espalda, ayer haciendo también de Moi y de Torró; al protagonismo y determinación de Kike Barja, ahora sometido a comparaciones con Abde; a que al entrenador no le tiemble el puso a la hora de sacar al campo a Iker Benito y a Iker Muñoz; y, en fin, a esa fe en Bundimir tras tantos partidos peleando contra el gol y contra sí mismo. Osasuna está jugando esta liga y la que comenzará en agosto.

Y en el horizonte, la final de Copa. Más que un título. Un partido que no se debe jugar al ritmo de ayer, ni hacerlo a campo abierto, ni registrar tantas pérdidas de balón, ni emplearse con tantas dudas en defensa. Aunque como ensayo para poner a punto la capacidad de sufrimiento de cara a la cita de La Cartuja, el duelo con el Betis fue como hacer un Máster en noventa minutos. Los que otorgaron la cédula de habitabilidad en la primera planta y ya serán 42 temporadas. Para celebrar.

Confidencial

20 entradas para cada jugador. En el reparto de entradas para la final de Copa, y en lo concerniente al ámbito del club, los integrantes de la plantilla recibirán cada uno cuatro entradas, además de tener la opción de comprar un máximo de otras dieciséis.

Osasuna - Betis: resumen del triunfo rojillo en El Sadar GOL