Para encontrar a la más ferviente seguidora de Jorge Herrando Oroz es necesario desplazarse hasta la localidad natal y de residencia del futbolista, Campanas. Se trata de su abuela materna, Milagros, que, camino de los 86 años (aún le quedan unos meses para cumplirlos), no pierde ripio de las actuaciones de su nieto con la elástica del primer equipo rojillo. “Ve todos mis partidos”, confiesa el jugador, que matiza que “antes veía los de Osasuna y también los que jugaba yo con el Promesas”. ¿Cómo? “Yo mismo le preparaba la aplicación para que pudiera verlos. Es muy futbolera y después de los partidos solemos hablar por teléfono y me dice lo que hago bien y lo que hago mal. “Ese gol se te ha escapado”, me ha dicho alguna vez”, recuerda divertido el canterano.

La confesión de Herrando se produce durante una charla con este periódico en Tajonar, en la que acepta la propuesta para una sesión fotográfica con su abuela en Campanas. En ella, ambos emplean a modo de atrezzo la camiseta de Osasuna que recientemente le regaló. “La pongo detrás de la tele para ver los partidos”, revela Milagros, que, cuando su nieto no le oye, revela: “Me ha dicho que la siga poniendo, porque llevo dos partidos así y le ha ido bien”. 0-1 en Donostia contra la Real y 2-0 contra el Cádiz en El Sadar. El domingo la pondrá para ver el que juega en Las Palmas.

Jorge Herrando y su abuela Milagros. Oskar Montero

El posado para las fotos se produce en un trozo de césped de la trasera de la casa de la abuela de Jorge Herrando, precisamente en el lugar donde el futbolista dio sus primeros balonazos junto a sus primos. “Aquí hemos sido y somos muy futboleros, de ver y de jugar”, cuenta Milagros, que presume de que su hijo mayor, Juan Carlos Oroz, completó una dilatada trayectoria, en la que llegó a jugar en Segunda B con el Izarra y el Arnedo.

A la abuela de Jorge Herrando también se le infla el pecho de orgullo al recordar que otros dos campaneros defendieron antes que su nieto la camiseta de Osasuna en Primera División: el malogrado Félix Iribarren Teré y Enrique Martín Monreal. Y es que lo de ser de Campanas es una cuestión muy seria en la localidad. Para muestra, un botón. “Cuando empezaba a jugar y me ponían en los periódicos que era de Pamplona, los abuelicos que estaban jugando la partida me echaban la bronca”, cuenta Jorge Herrando, que sigue viviendo en Campanas, en la casa de sus padres (su hermana, cuatro años mayor que él, se mudó a Bilbao por motivos laborales), sin descuidar los estudios de Nutrición y Dietética que está completando mientras lucha por hacerse sitio en el fútbol profesional.