Sumergido en un exigente profesionalismo, el fútbol encuentra un ancla menos materialista en la ilusión, en los retos individuales y colectivos. Jugadores y entrenadores viven de una actividad muy lucrativa, pero necesitan alimentarla casi diariamente para mantenerse en primera línea. Caer en la rutina, acomodarse, puede ser el aviso de un final prematuro de la carrera o de una pérdida irrecuperable de estatus. Imagino que Jagoba Arrasate analiza estos días esa tesitura, entre otras.

En abril cumplirá 46 años, enlaza once temporadas ininterrumpidas en el fútbol profesional y las seis últimas ha ido dado pasos adelante con Osasuna… ¿hasta tocar techo? Antes de proseguir, quiero decir que la demora en la respuesta del entrenador a la propuesta de renovación del club (verbalizada ya en diciembre) me parece una postura de respeto a la entidad y a su masa social. Otro en su lugar ya hubiera firmado, garantizándose dos o tres años de nómina, y luego entraría a trazar planes, refuerzos, objetivos. Arrasate no quiere abusar del aval que le otorgan sus resultados, el respaldo sin fisuras de la afición y una imagen pública que refuerza la marca Osasuna. No persigue un cheque en blanco sino el beneficio común. Entiendo que ahora la pelota está en el campo de Braulio Vázquez para presentarle una mejora de la plantilla (llegadas, retornos y salidas) y asumir todos un aumento de la exigencia que no se limite solo a lograr la permanencia y ya está, sino a romper la monotonía que entorpece el crecimiento. Porque el entrenador también se habrá preguntado qué futuro le espera aquí, si, dentro de las limitaciones económicas del club, tendrá elementos para desembarcar en otra final de Copa, si podrá estar cerca de los puestos europeos...; o si le pueden garantizar la continuidad la próxima temporada de futbolistas como David García, Moncayola o Budimir.

Por otro lado, el currículum y el prestigio de Arrasate le permitirían en este momento ligarse a otros proyectos profesionales, ponerse a prueba en otros equipos, experimentar incluso y probar hasta dónde puede llegar. Si Osasuna quiere seguir evolucionando, está en las mejores manos para no detener esta progresión que camina lenta pero segura pese a derrotas como la de ayer; ya ha quedado demostrado con entrenadores anteriores que no es tan fácil tocar el alma del osasunismo, empaparse de su esencia y capitanear ese sentimiento. Dentro de la fatiga mental que puede provocar la convivencia diaria, del desgaste personal y hasta de algunos errores en la toma de decisiones, el ciclo de Arrasate aún tiene margen por desarrollar, más allá de la estadística o de alcanzar al legendario Pedro Zabalza, aunque lo uno vendrá con lo otro. Porque la renovación del técnico supondría también estabilidad, aunque parezcan términos antagónicos; seguiría representando un estímulo para una cantera que cada semana tiene más presencia en el primer equipo; asentaría de cara al exterior los valores del club que representa, no solo deportivos sino también sociales; y, finalmente, le reafirmaría en un liderazgo que nadie discute. Me parecen argumentos importantes para conseguir que Arrasate alargue su etapa en Osasuna. Para envolverlos en ilusión.