De principio, no debería envolver en dudas las explicaciones de Arrasate en un momento tan importante: me parece un tipo sincero y honesto. Pero repasando sus palabras creo que hay cosas que se quedan en el tintero. “Quiero salir bien”, arguyó; ¿es que acaso intuía que podía llegar a salir mal un entrenador con tanto predicamento entre la afición?, o ¿hay algo que veía venir y que le empuja a poner este punto y aparte? No tiene motivos objetivos. Sus seis temporadas en el banquillo han sellado unos vínculos con la afición tan estrechos que en los malos momentos toda la grada le transmitía su apoyo sin fisuras.

Pasara lo que pasara en adelante, si llegara una crisis deportiva de grandes dimensiones, sabía que nunca escucharía el demoledor “Arrasate vete ya” y sería él quien diera el paso al frente si no descifraba la solución. Dando esto por bueno, quizá Arrasate ya ha visualizado esa mala salida: por fatiga propia, por fatiga de una plantilla a la que no puede exprimir más o por fatiga del proyecto que diseña el club. Por otro lado, es posible que entienda que, como el equipo la pasada temporada, ya ha tocado techo aquí en la Liga y en la Copa, con sendas apariciones en la Conference League y en la Supercopa. El reto de igualar o superar las marcas de Pedro Zabalza, ser el entrenador con mejores números en la historia del club, tampoco le ha animado.

Todos los proyectos tienen un principio y un final y la dirección deportiva no ha encontrado la forma de llevarlo a su campo, a su planteamiento. Ilusionarle, darle nuevos estímulos. No le ha convencido porque no ha firmado debajo de la propuesta. Eso sí, el club, con la presencia el sábado de Luis Sabalza en San Mamés, buscó un buen escenario para lanzar a los cuatro vientos a través de ETB su total vinculación con el entrenador. Una forma de decir: nosotros lo tenemos claro, la pelota está en el tejado de Arrasate. Curiosamente, la pasada semana comenzaron a circular rumores que apuntaban a discrepancias en el seno de la directiva sobre la figura del técnico. Esos comentarios también llegan a oídos del entrenador.

Arrasate ya había manifestado sus dudas con antelación; habló, en clave, de la diferencia entre lo que quería hacer y lo que tenía que hacer; o sea, lo que le dictaba el corazón y lo que le ordenaba el cerebro. Y ha podido más la razón. Pero en la rueda de prensa, sin embargo, Arrasate habló desde la emoción y nos quedamos sin saber si la oferta del club le llenaba o si él llegó a sugerir peticiones que Braulio no ha podido atender. Como colofón, presidente, director deportivo y entrenador lloran frente a la prensa, los tres están disgustados, y te preguntas: si a todo el mundo le duele esta ruptura, ¿qué es lo que ha impedido el acuerdo?

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Es esta una emoción compartida, pues aunque pueda parecer injusto por lo mucho que ha aportado a Osasuna (ha realizado una reconstrucción deportiva que ha reflotado al club en lo social y en lo económico), hay que reconocer que este fin de ciclo decepciona a muchos osasunistas que querían ver en él a un nuevo Alex Ferguson o un Simeone, un entrenador cosido a las entrañas de un equipo. Arrasate también asumió durante su comparecencia esa decepción que ha provocado, consciente de que la mayor parte de la afición respeta su decisión pero está hoy en shock por el inesperado anunció de su marcha y dónde encontrar un entrenador lo más parecido posible a él.

Y, por último, no hay que perder de vista que esta decisión lleva una carga de profundidad: siembra el pesimismo en la hinchada sobre un futuro en el que Osasuna pierde a su líder; y también porque de estas cosas que se quieren escenificar con naturalidad, cuando los resultados se tuercen, derivan en señalar a responsables, generan mal rollo y vuelta a las andadas. Ya me entienden.

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