Osasuna cayó 2-0 ante el Barcelona, pero lo hizo con una dignidad reconocible, con esa sensación de equipo que sabe quién es incluso cuando el marcador no acompaña. No hubo premio, pero tampoco renuncia. Y en un escenario que castiga cualquier despiste, los rojillos supieron mantenerse en pie durante muchos minutos, sosteniendo el partido con orden y convicción. Eso sí, Lisci andaba mosqueado al final del partido y tenía razón. Un mal detalle, en un saque de banda a favor, te rompe el partido y te deja sin premio. Un punto que habría sido un importante respaldo emocional más que clasificatorio.

El Barcelona impuso su talento en los momentos decisivos, como hacen los equipos grandes, pero Osasuna no se descompuso. Defendió con orden, eligió bien cuándo apretar y cuándo replegar, y sostuvo el partido con una estructura reconocible. Hubo fases de sufrimiento, inevitables en este escenario, pero también momentos de pausa y control emocional, algo que no siempre se logra en campos que aceleran los errores. Osasuna perdió, sí, pero nunca dio la sensación de estar perdido como en ocasiones no muy lejanas.

En ese ejercicio de resistencia apareció una figura que merece subrayado propio: Íñigo Arguibide. El canterano firmó una actuación de las que no hacen ruido en los resúmenes, pero sí dejan poso en quienes vieron el partido. El de Huarte no se escondió y se enfrentó a rivales de nivel mundial sin tener miedo alguno. Las dos actuaciones del chaval y la vuelta de Rosier deberían de rehacer los planes de Braulio y colocar los esfuerzos del mercado de invierno en otras posiciones.

En una como la de Boyomo, por ejemplo. El central volvió a demostrar por qué se ha convertido en una pieza capital del equipo. Firme, concentrado y competitivo hasta el último minuto, incluso sabiendo que su ausencia se avecina. Osasuna va a echar mucho de menos a Boyomo durante la Copa de África, no solo por su rendimiento defensivo, sino por lo que transmite al resto: seguridad, contundencia y fiabilidad. No es fácil encontrar centrales que eleven el nivel colectivo como él lo hace. Y un detalle, que no se sabe si estaba hablado o no, pero Boyomo no forzó la quinta amarilla y cuando vuelva de Marruecos tendrá la sombra de la sanción encima de su cabeza.

Osasuna se vuelve de Barcelona sin puntos, pero no vacío. Se trae certezas, nombres propios que crecen y la sensación de que el camino está bien trazado. Arguibide confirma que el relevo generacional no es una utopía y Boyomo deja claro que su ausencia se notará, precisamente porque su nivel ha sido alto. En noches así, donde el resultado pesa menos que las sensaciones, Osasuna demuestra que sabe competir, sabe formar y, sobre todo, sabe mirar más allá del marcador. Porque hay derrotas que no restan; simplemente enseñan.