En 1974, la actualidad internacional oscilaba entre la dimisión del presidente Richard Nixon, defenestrado a causa del escándalo Watergate; la muerte del presidente argentino Juan Domingo Perón, y la escandalosa reaparición de Patricia Hearst, hija del magnate William Randolph Hearst, que se había unido al grupo clandestino que le había secuestrado, el denominado Ejército Simbiótico de Liberación, participando junto a ellos en el robo de un banco. En un ámbito más cercano, este año, el régimen franquista fusiló al anarquista Puig Antich, y en el congreso de Suresnes había sido elegido secretario general del PSOE un todavía prometedor joven de 32 años llamado Felipe González.

En la imagen podemos ver lo que antiguamente se había llamado camino de Esquíroz, porque llevaba al pueblo homónimo, para constituirse en lo que ya por entonces se llamaba carretera de Esquíroz, y hoy en día lleva el nombre oficial de calle de Esquíroz. Un hombre camina junto a un aska de abrevar, camino de la vaquería de Asiáin, que se encontraba algo más adelante. Al fondo de la imagen pueden verse las primeras casas construidas en la actual avenida de Sancho el Fuerte, entre ellas la que hoy alberga el bar Chaves (1), y en el extremo derecho los edificios, algo más bajos, del Grupo Rinaldi.

HOY EN DÍA, esta zona ha cambiado hasta el punto de hacerla irreconocible, y tan solo la citada casa del bar Chaves (2) nos autentifica la exacta correspondencia de ambas fotografías. En la actualidad, aunque la avenida conserva el nombre de la localidad de Ezkirotz, es más transitada por ser una de las vías que conducen al campo de Osasuna y a las universidades más conocidas de Navarra, la UPNA y, como dice mi amigo Martxelo, la Optra.

Hace ya mucho tiempo que desapareció el aska de abrevar, como desaparecería también la vieja vaquería de Asiáin, y las ovejas que todavía a principios de los años 70 recorrían todos los días esta calle para ir a pastar a la Vuelta del Castillo (nuestra abuela nos avisaba todos los días para que las viésemos cruzar desde la ventana) serían hoy un espectáculo inverosímil, aunque ciertamente digno de ver, teniendo en cuenta el tráfico que agobia la zona.

Ah, por cierto, entre las efemérides que mencionábamos al principio, se nos ha olvidado decir que, también en aquel año 1974, en un rincón de las islas Fipilinas, fue encontrado Hiroo Onoda, soldado japonés de la Segunda Guerra Mundial, que había permanecido oculto en la selva, solo y en estado semisalvaje, sin saber que la guerra había terminado 29 años antes. Vaya desfase.