EN 1940 la calle de San Agustín era una tranquila y castiza calle del centro de Pamplona, y estaba habitada sobre todo por gente perteneciente a la clase trabajadora. Antes, hasta el siglo XIV, había tenido el título de calle de San Climent, pero en 1355 Carlos II de Evreux autorizó la construcción de un convento de agustinos, que terminaría por dar nombre a la zona.

Este convento pasó por diversas vicisitudes hasta que, en el año 1823, fue desamortizado y vendido, para instalar en él la fábrica de tejidos Galbete, quedando tan solo la iglesia como sede parroquial. En esta iglesia fue armado caballero de la orden de Santiago el famoso poeta Garcilaso de la Vega, que según dice la historia oficial vino a Pamplona en 1523 a luchar contra los franceses, que habían invadido España. La realidad, bien distinta, es que eran los españoles los que habían invadido Navarra en 1512, y los franceses habían venido en apoyo de su aliado Enrique II el Sangüesino, legítimo rey de Navarra. Además de la iglesia de San Agustín, la calle tuvo otro edificio notable, el afamado frontón Euskal-Jai, construido en 1909 en estilo modernista. Allí, durante 68 años, se celebraron populares sesiones de cine, combates de boxeo y lucha libre y, sobre todo, innumerables partidos de pelota vasca.

HOY EN DÍA la zona ha sufrido, por encima de cualquier otra cosa, una enorme y salvaje transformación, a pesar de que la torre de la iglesia de San Agustín, que sigue impertérrita en su sitio, certifica de manera fehaciente la exacta correspondencia de ambas fotografías.

El proceso de desalojo y derribo del histórico frontón Euskal-Jai fue un monumento a la barbarie, a la brutalidad y, sobre todo, a la ignorancia más descerebrada y populista. En el edificio construido allí en el año 2009, uno de los símbolos más descollantes del barcinato, es ciertamente difícil encontrar valores estéticos reseñables, y agrede además al entorno con su opresiva y pesada geometría, con su fría policromía y por la elección de un material de cierre extemporáneo como es el metal. El efecto obtenido es lo más parecido a un portaaviones de la Sexta Flota americana anclado en el corazón del casco histórico pamplonés. Puedo imaginar qué dirían, al ver qué fue de su viejo frontón, míticos pelotaris como Txitxan, o como Abrego I, el Mago de Arróniz, que debutó aquí en 1924. ¡Y qué diría Javier Ochoa, el inolvidable León Navarro, que en los sanfermines de 1916 ganó aquí el desafío lanzado por el campeón del mundo de lucha libre, el gigantesco danés Jess Petersen, que no pudo vencerlo...!