La instalación de la Tómbola en la capital navarra y del vallado en particular disparan en la ciudadanía, y no solo en la pamplonesa, una suerte de síntomas que se asemejan al estrés y que se agudizan conforme se acerca el 6 de julio. Esta fecha, cuya proximidad anuncian los carteles en bares y restaurantes para reservar el almuerzo tras el cohete, la ropa roja y blanca en los escaparates o el montaje de la noria, supone para unos la mecha con la que prenderán fuego a Pamplona y para otros el arranque de unas vacaciones lejos de la ciudad e incluso de la Comunidad Foral. Ambos grupos, sin embargo, tienen en común la misma percepción: llegan los Sanfermines, es decir, se acaba el mundo.
La adrenalina comienza a correr por las venas y todo se acelera: hay que acabar el trabajo pendiente, cerrar los trámites con la Administración, confirmar las reservas para viajes, hacer la limpieza general de verano, avituallarse, ir a la peluquería... La lista de tareas es ingente y si a ella le sumamos las expectativas que tanto las fiestas como las vacaciones generan -toca resarcirse de un invierno eterno y una felicidad pospuesta al verano-, la conclusión puede ser un trastorno adaptativo. Inquietud, hormigueo en el estómago, palpitaciones, tensión muscular, ansiedad... "Es un proceso similar al de Navidad, pero con menos ropa", resume el psicólogo Emilio Garrido.
Este fenómeno que convierte tanto la calle como los lugares de trabajo en ollas a presión -"se va a pasar del estrés laboral, a la vida loca, a la gran catarsis del navarro", dice Garrido- lo constatan no solo psicólogos sino también empresarios, comerciantes, hostelería, agencias de viaje y hasta peluquerías y centros de belleza.
"Hay diferencia entre las empresas de la Comarca de Pamplona, que cierran y deben contar con eso, y las de otras zonas, aunque los Sanfermines también influyen en estas últimas, ya que pueden tener proveedores en la capital, de hecho, la mayor parte del tejido industrial se encuentra aquí, y gran parte de estos cierra, por eso se deben adelantar trabajos o retrasarlos. Hay que planificarse porque parece que se cae el mundo y no solo por las fiestas sino por las vacaciones", explican desde la Asociación de Mujeres Empresarias y Directivas de Navarra (Amedna).
El estrés presanferminero no es una leyenda urbana. "No es una percepción subjetiva. Se paraliza todo, especialmente las entidades públicas. Hay que hacer calendarios para acabar todo antes de Sanfermines y luego se retoma la actividad, pero ya a finales de julio, y eso si no se empalma con vacaciones", añaden. Esta presión también se percibe en las plantillas. "Sí hay esa sensación, afecta, aunque este año no tanto porque hay menos trabajo. No es comparable con lo que podía pasar hace cinco o seis años", comentan.
Los comerciantes también constatan el vicio de la sociedad navarra de dejarlo todo para última hora aunque ello suponga una sobrecarga de estrés tanto para los compradores como para los dependientes, según explica la gerente de la Federación Navarra de Comercios (FNC), Elisabet Azcárate. "Los 15 días antes de San Fermín -dice- es un periodo de buenas ventas porque los consumidores empiezan a preparar las fiestas y las vacaciones. Hay más actividad pues se compra el equipamiento vacacional, así como el aprovisionamiento de alimentación y ropa para San Fermín", adquisición esta última que para algunos es habitual hacerla con la aguja del reloj cerca de la hora chupinazo. "Incluso aumenta la venta de productos para la limpieza general de los hogares", añade Azcárte, en referencia a la tradicional y fatigosa costumbre de dejar la casa como una patena antes del periodo vacacional.
crisis de Histeria También la necesidad de afrontar las fiestas y las vacaciones con buen aspecto es otro ejemplo de lucha contra el reloj. La necesidad de reservar hora en las peluquerías y que el cohete y el verano en general no nos pille con el pelo desarreglado y sin depilar ha sido una clásica fuente de nerviosismo. "Es habitual un pico de clientes previo a las fiestas, bueno casi es mejor decir que era habitual porque este año no se ha notado. No sabemos qué va a pasar, con el tiempo que ha hecho y las pocas ganas de consumir es imposible que lleguemos al número de clientes de otros años", exponen dede la Asociación de Peluqueros de Navarra.
Todas estas circunstancias, sobrecarga laboral, compras de última hora, proximidad de la fiesta y la época de ocio -"nos volvemos locos en un frenesí de que todo esté acabado antes de San Fermín y casi disfrutamos más los días previos", dice Garrido- generan una desadaptación de tipo psicosomático propia de dos épocas del año: el Puente foral-Navidad y las vacaciones de verano, con sus nervios previos. "Este trastorno supone una crisis de tipo histérica para unos, por la búsqueda de descanso y sosiego, y de crisis identitaria para otros, los castas que cuentan los días hasta el cohete y creen que los Sanfermines serán el tornado que les lleve a otra dimensión, y no lo es salvo en el bolsillo y en la úlcera de estómago...", apunta con humor el psicólogo, quien cifra en un 32% la diáspora de navarros en la fiesta navarra más universal. "Pasamos de ser una ciudad provinciana a tener un millón de habitantes y esto a unos les desadapta de una manera y a otros de otra", explica.
Esta desadaptación respecto a la vida normal y sus hábitos se psicosomatiza y manifiesta en forma de dolores de cabeza, menos apetito, poblemas digestivos, estreñimiento... "Todo es emoción sin control y con altas expectativas, pero luego pueden venir las frustraciones porque ni se ha ligado tanto como se esperaba ni se ha pasado tan bien. Es una ilusión fabricada a base de una cultura año tras año. Hacemos una evaluación y vemos que la vida no da ni tanto de sí ni tan poco", reflexiona.