PAMPLONA ? Desde que tenía 13 años y metía los sacos llenos algranero familiar en Ubago (Tierra Estella), Amalio López de DicastilloYániz no ha parado de trabajar. Y eso que ya luce 84 primaveras.Pero sigue al pie del cañón en la tienda de ultramarinos queregenta desde 1956 en la calle San Fermín. El suyo es uno delos pocos negocios de este tipo que resiste en Pamplona, salvoen el Casco Viejo, donde estos locales son más habituales. Conocea los clientes por su nombre y se sirve de papel y boli paralas ventas, detrás de un mostrador de mármol, ataviado por unabata y rodeado de antiguos pesos.

Amalio emigró a Pamplona junto a su hermana en el 56, dejandoatrás el trabajo de labrador del campo, y se hizo cargo del localpamplonés, que se traspasaba. "Hubiera seguido como labradorsi hubiera tenido muchas robadas, pero era un trabajo sin díasde fiesta, en el que había que hacer mucho para conseguir poco",relata. De sus primeros años en la capital, recuerda que "losnegocios estaban muy mal, peor que ahora" y que "lo que se vendíatenía poco margen de beneficio, así que se ganaba poco". Ponecomo ejemplo el aceite, que se vendía a granel "y que de todoel depósito te quedaban cinco céntimos" o la venta de sifón."Antes venía mucha gente para rellenar la botella de sifón porquea las mujeres les gusta para hacer fritos. Ahora menos, aunquealguno continúa viniendo", explica.

Ahora, aunque nota la crisis no está preocupado por el descensode las ventas. Sobrevive además cobrando "media mensualidad"de la pensión desde agosto: "En esta tienda hemos estado cuatropersonas apretados, ahora ando yo solo y me sobra tiempo. Perono me quejo porque tengo la vida resuelta y lo que gano es paravivir". Todos los días trabaja 12 horas ?excepto los domingos?pero dice estar "la mar de a gusto" y "más contento que chupín".Su pequeña tienda de ultramarinos le entretiene y le "ha servidode mucho" tras la muerte de su mujer, María Jesús, que fallecióhace diez años y con la que trabajó desde que se casaron: "Estriste ir a casa y que no esté. Pero esto me sirve de mucho porquevienes, hablas con uno y con otro y estás entretenido".

los nuevos tiempos Amalio sólo ha pisado un centro comercialen dos ocasiones: una no recuerda para qué y otra para comprarun abrigo. Cree que en estos espacios "hay más cosas pero secompra más de lo que se necesita" y reconoce que los jóvenesno están acostumbrados a comprar en el comercio local. "Mis clientasson en su mayoría mujeres mayores. Los jóvenes algún día se acordaráncuando cierren todas estas tiendas, se les olvide algo y no puedanbajar a comprarlo a la puerta de casa", advierte.

Frente a los grandes establecimientos, lo que caracteriza a Amalioy al pequeño comercio es la cercanía y trato con los clientes:"Para estar detrás del mostrador hay que valer. Hay que ser amableaunque tú por dentro estés enfadado", afirma. Uno de sus treshijos, Fernando, que suele ayudarle con la tienda, añade quesu padre "se levantaba a las cinco y media de la mañana e ibacon un Simca 1200 a Mercairuña para estar el primero y cogerlas mejores frutas y verduras".

Los 84 años no le pesan porque los lleva con salud y no se lepasa por la cabeza bajar la persiana. "La salud es la mejor lotería,es lo único que pido", subraya. El 8 de marzo cumplirá 58 añoscon su negocio, feliz tras una vida de servicio a los demás:"Hace 20 años que me podía haber jubilado así que imagínate sisoy feliz".