pamplona - Suenan las dianas por el Casco Viejo y no es San Fermín. Las gaitas recorren la calle Descalzos en pleno otoño, mientras el sol amanece por las rendijas de la muralla. Los gaiteros Haizeberri resuenan sobre el adoquín, y más de un vecino se asoma a la ventana para verlos pasar, por la novedad. Curiosamente, no hay gigantes detrás que les hagan sombra. Es sábado, y como mucho les acompañan sus colegas de Puente la Reina, el grupo Zubiondo. “Nuestra idea es sacar la gaita del espacio habitual, del acompañamiento de los gigantes y de la fiesta, a la que está tan vinculada. E introducirla en un día normal y de invierno, por ejemplo. Que las gaitas suenen en pleno diciembre tocando pasacalles, y la gente se pregunte ‘¿qué pasa?’. Y les sorprenda”.
El que habla es Aitor Pérez Mangado, quien a sus 19 años es ya director de su propio grupo de gaiteros: Haizeberri Dultzaineroak. El nombre les va al pelo, porque precisamente aires nuevos es lo que quieren trasladar a la gaita o dulzaina, ese instrumento musical primo hermano de la gaita de bota y con un sonido tan peculiar y arraigado por estos pagos. “La gaita es tan aguda porque casi completa dos escalas, y, desde luego, tiene mucho volumen”, detalla Pérez, este joven de San Juan, estudiante de Historia del Arte en Vitoria, miembro de Ortzadar y hasta porteador en la Comparsa de Gigantes de Noáin. Y precisamente, del nombre Haizeberri señala que “uno de nuestros objetivos es atraer más la gaita a la sociedad, este es uno de los objetivos más importantes para nosotros”. Haizeberri está abierto a todos los palos, porque “con gaita se puede tocar casi cualquier cosa, adaptando la partitura”, dice Pérez y colaboran habitualmente con grupos como Zubiondo Gaiteroak, Ortzadar o Tafallako Gaiteroak. Para curiosos cuentan con el blog haizeberri.blogspot.com.
“El grupo lo monté en 2011, hablando con compañeros de Ikastola San Fermin, que me pidieron si les podía enseñar. Y hoy en día tengo alumnos muy jóvenes, de 12 años, y otros de hasta 40 años”, dice Aitor. En este momento, son ya una docena, 7 gaiteros y 5 tambores, y el pasado 8 de octubre cumplieron 3 años: “En estos tres años de andadura hemos tenido ya más de 120 actuaciones, y esto sigue subiendo. Siempre con muy buena acogida, bien sea con los gigantes, con los dantzaris o hasta rondas coperas”, señala este joven músico, que comenzó en los instrumentos de viento con el oboe. “Estudié oboe durante 8 años en Joaquín Maya. Aunque de siempre me gustaba la gaita, y en cuanto pude comencé a estudiarla”. Con 14 años, se puso con el tambor, aprendiendo con la Asociación Aldezar del Casco Viejo, y con 15 cogió su primera gaita. Su maestro fue Tomás Díaz, el Txino, un veterano gaitero de Ezpelur.
Entre sus inquietudes con la gaita, Aitor Pérez está realizando una recopilación de partituras de este instrumento para crear un repertorio amplio y personal para Haizeberri. “Muchas de El Ciego, en la Rioja alavesa o de Tudela, y incluimos también repertorio de charanga, otros ritmos y otras armonías, que después adaptamos”, indica y añade que “el grupo lo llevo yo principalmente. Enseño a los alumnos, y en cuanto los veo formados, los saco a la calle a tocar, porque es el mejor examen para ellos”, indica.
¿Gaita o dulzaina? Aitor Pérez defiende que su grupo apuesta por el nombre de dulzaina para este instrumento: “Por aquí se le conoce como gaita, pero en realidad no tocamos la gaita de bota (la gallega o la escocesa), que se perdió en Navarra hace unos siglos. Sería más correcto el nombre de dulzaina, como se le conoce en Gipuzkoa o Bizkaia”, dice Pérez y añade que la dulzaina es uno de “los más complicados por su tubo de madera acampanado”. Y la técnica de la gaita no es fácil: “Dos palas vibran y son las que la hacen sonar, y al final tú mismo te conviertes en instrumento, ya que influye mucho la presión del aire”. De hecho, así como el saxo o la trompeta, según Aitor Pérez, “están más preparados para afinar, la gaita es más arcaico y se necesita más conocimiento musical, y, sobre todo, mucha técnica”, opina el músico. En la actualidad, se utiliza instrumentos de madera de granadillo: “En Pamplona hay tres artesanos, y una gaita puede llegar a costar entre 300-400 euros”.
UN KILIKI GAITERO Haizeberri no se queda solo en la música y hasta ha creado un cabezudo propio, Alaitxo, que representa a un dulzainero o gaitero “con su boquilla apoyada en la oreja y llevando la dulzaina en la mano. Para nosotros es una forma de homenajear a los músicos que acompañan a los gigantes”, dice. En Haizeberri, tocan actualmente Jon Domínguez, Rubén Cuesta, Peio Villarubia, Oier Urra, Tony Vidal, Yolanda Osorio, Garatzi García, Alejandro Jordán, Gorka Markez, Aarón Cacho y Jotas Rázquin. Savia joven para la gaita navarra.