pamplona - “El origen de todo esto fue un día de bajón”, confiesa María José Purroy, principal instigadora de una jornada festiva que aglutinará mañana en Pamplona nada menos que a 270 personas vinculadas a su apellido. “Me junté con una prima en la piscina y nos dijimos que estábamos hartas de encontrarnos en tanatorios y funerales”, cuenta después.

Y es que el último año y medio ha sido muy duro para una familia que ha sufrido varias pérdidas dolorosas. Pero los malos momentos son también los más propicios para hacer piña, y así lo ha querido esta enorme familia. “Chica, pues ya podíamos juntarnos”. Dicho y hecho. María José y su prima tiraron en ese encuentro de Whatsapp y pusieron en canción a los suyos. Después Carlos se ofreció a echar una mano, y durante más de un año han trabajado con la colaboración de otros muchos Purroy para llegar a un día que esperan con ganas. “La vamos a liar seguro”, dice Javier, para variar de primer apellido González (el segundo es de sobra conocido) como declaración de intenciones por si quedaban dudas.

Es la Purroyada 2016, la quinta vez en la que esta familia monta un berenjenal de estas características, y la más concurrida de las celebradas hasta el momento. Algunos vienen del pueblo aragonés de Albelda, el germen de este apellido que se afincó después en los pueblos navarros de Domeño, Navascués, Artieda y Lumbier. Otros llegan de Venezuela o Inglaterra. Muchos se conocen, otros tantos no, algunos eran amigos pero no sabían que eran primos y hay quien incluso ha renunciado a su luna de miel para estar con los suyos. La familia tira.

“Lo bonito es que son cosas improvisadas”, cuenta Carlos, que carga con argumentos de peso la cita: “Es para recordar a los que ya no están, que desgraciadamente son muchos, y para que a la generación de los móviles les quede por lo menos un poco de lo putas que las pasaron nuestros antepasados y de que existe un concepto de familia, regular, malo o bueno, pero de gente que siempre ha querido juntarse con un chorizo y un vaso de vino, echar cuatro risas y nada más”, explica.

“Yo sé que me voy a pegar una buena llorera, por ejemplo viendo a mi padre emocionado. Se remueven muchas cosas y muchos sentimientos. Y me gusta la repercusión que ha tenido”, continúa María José, que tiene un hijo de 13 años “encantado” con la movida. “Para los más pequeños es como una boda, pero sin novios”, dice.

Para Javier supone “la oportunidad de conocer a muchísima gente y de reencontrarnos con otra que hace mucho que no vemos, pasar un día agradable, dejar un buen recuerdo y que ese espíritu familiar siga existiendo”. Y José Ignacio, que lleva más de 40 años fuera de Pamplona, pasará mañana de la teoría a la práctica. “Tengo mucho contacto con la familia, pero a nivel teórico porque no te los cruzas por la calle y echas un café. Los conozco a todos y sé quiénes son, pero a la vez no conozco a ninguno. La familia es el sustrato del que te alimentas a nivel emotivo, y esta es una oportunidad muy interesante para aprovecharla”, asegura.

Un simulacro de txupinazo, que por algo la Purroyada es una fiesta que llega a Pamplona, dará mañana inicio a la reunión familiar. Misa en la iglesia de San Lorenzo, photocall, comida, entrega de trofeos y baile en el hotel Tres Reyes completarán la jornada, de la que se sabe la hora de inicio pero nunca el final. “Algunos ya están hablando de los churros de la mañana”, apunta María José en una nueva amenaza al hígado. Se ve que hay ganas.

libro y dvd incluidos La Purroyada 2016 llega además con dos caramelos extra para la familia, no vaya a ser que juntar a 270 comensales de sangre común no suponga suficiente motivo de alegría.

Por un lado José Ignacio presentará a los suyos el libro Los Purroy en Navarra, una oda a la familia de más de 200 páginas. Su autor empezó con un árbol genealógico de sus cuatro primeros apellidos pasando “tardes y tardes” con su madre y su privilegiada memoria “para que mis hijos supieran un poco de la familia, que van más perdidos que un pulpo en un garaje”.

Preparó un “modesto cuadernillo” con 40 o 50 páginas por apellido “y entonces me llamaron estos”. Estos son María Jesús y Carlos, que se apuntaron al carro y empezaron a recopilar fotografías antiguas, recorrer casas familiares aquí o en Albelda e indagar en archivos. “El pistoletazo lo dio este señor porque empezó a hacer el árbol, fue la chispa”, explica Carlos. Ahora hay un árbol genealógico de impresión, montón de fotografías, historias y hasta 700 Purroy localizados.

“Para mí es lo más positivo, porque dentro de cuatro días estamos ya en el otro barrio y eso siempre queda”, cuenta Alberto. Sirve para poner nombre y cuna a muchos desconocidos y saber si ese tipo que te suena cuando te cruzas con él por la calle es tu tío, tu sobrino o tu primo. “Ahora ya no se escapa nadie. Aquí están”, bromea Carlos.

Y como Javier se dedica al mundo audiovisual, también ha sacado tiempo y ha recopilado material para un DVD con los testimonios más representativos de cada rama familiar, fotografías y vídeos antiguos. Se proyectará estratégicamente justo después de comer, cuando los licores ya hayan pasado del paladar a la cabeza. “Va a haber lágrimas seguro”, confiesa sin entrar a desgranar más contenidos.

“el clan” Coincide esta pequeña representación de Purroy en destacar el carácter emprendedor de la familia (el apellido te lleva inmediatamente a pensar en tiendas de juguetes o muebles) su pasión por la naturaleza, la caza y la pesca o su disposición para echarse una mano siempre y en cualquier ocasión. Huelga destacar su unión visto el éxito de la convocatoria.

“Está mal decirlo, pero funcionamos como un clan”, dice Javier. Y todos tienen un deseo compartido. Que dentro de unos años, también de manera esporádica, los hijos de estos Purroy retomen esta sana costumbre y se vuelvan a juntar, que no se pierda ese espíritu y perdure este gran clan familiar.