En 1940 se inauguró en Pamplona el Cinema Príncipe de Viana, con la pantalla más grande de la ciudad y una elegante decoración a cargo del pintor Eduardo Santonja Rosales (1900-1966). Fue este un magnífico artista madrileño, cuya trayectoria fue truncada por los fascistas del 36, que nunca le perdonaron sus ideas republicanas. Eduardo Santonja fue además nieto del gran pintor Eduardo Rosales, y padre de Elena Santonja, ya saben, la presentadora del programa Con las manos en la masa.

Santonja pintó dos grandes lienzos de desarrollo vertical, de 5 metros de alto, en los que relata pasajes de la vida del Príncipe de Viana. Uno con una partida de caza que sale del castillo de Olite, y otro con una escena galante que se desarrolla dentro del propio palacio. Y aunque se ha señalado de manera acertada la adscripción de Santonja al Art Déco, a mí estas pinturas me traen a la memoria el aire de los maestros del Quattrocento florentino.

Hoy en día, y toda vez que el viejo cine fue derribado en 2005, las pinturas de Santonja han permanecido años acumulando polvo en un oscuro almacén municipal. De allí, y a iniciativa de dos buenos amigos, Alberto Cañada y Mikel Zuza, han sido rescatadas y colocadas en dos grandes muros del palacio del Condestable. Allí, la ciudadanía en general puede ya ver y admirar ambas obras, y los más mayores recuperar un elemento muy arraigado en la memoria colectiva del siglo XX pamplonés.

Como decía antes, al observar el refinamiento cortesano de los tipos representados, su vestuario preciosista, el concepto un tanto congelado del movimiento y sus poses artificiosas, uno no puede evitar acordarse de maestros del Quattrocento italiano como Andrea del Castagno, Benozzo Gozzoli o el mismísimo Andrea Mantegna. Hasta las nubes del fondo, aisladas y afiladas en los bordes, recuerdan a las que tanto gustaba pintar al genial maestro mantuano.