pamplona - Cuando la necesidad aprieta hay que elegir. Hace unos años la prioridad para muchas familias era mantener la vivienda: “O comes o pagas al banco, y se optaba por no comer”, reconocen desde Apoyo Mutuo. En aquel momento (en el arranque de la crisis) intervino la PAH (ahora ramificada en diferentes grupos) para frenar el drama de los desahucios. Primero pelearon contra los bancos en viviendas compradas en plena burbuja, después por los impagos de alquileres, y ahora, principalmente, para buscar una vivienda digna a muchas personas que malviven en habitaciones. Al igual que ha ocurrido en otras plataformas, en la del Casco Viejo aquellos voluntarios y voluntarias no se limitaron a armar expedientes y revisar contratos, estrecharon lazos con todas aquellas persona que se arrimaron a pedir consejo. En 2013 se creó la asociación Apoyo Mutuo/ Elkarri Laguntza para ofrecer alimentos a víctimas de desahucios en una pequeña bajera de las naves de la antigua Matesa (edificio IWER). El colectivo fue creciendo al calor de la PAH de lo Viejo, hoy trabaja con más de 150 familias (más de 450 personas) y acaba de inaugurar un nuevo local de más de 250 metros cuadrados para almacén de comida, zona de distribución de alimentos, ropero y un espacio de reuniones. Dora Ruiz y María Equiza forman parte del grupo motor de la asociación y dan fe de que la demanda cada día es mayor. Al colectivo le llegan alimentos del Banco de Alimentos, de Cruz Roja (programas europeos), del programa Huertas Amigas (asociación de mayores Lacarra), de huertas Etxeberria y Benjamin Bildarra, y agricultores de Tierra Estella, entre otros, por lo que el producto fresco nunca falta. “Con esta nave hemos querido dignificar el sistema de reparto”, explica Mikel Otazu, de la PAH de Ansoáin. Antes se entregaban paquetes un día a la semana. Ahora, todos los productos se colocan en diferentes estanterías a modo de supermercado para que las familias -todas vienen con un informe de los servicios sociales- puedan acceder a aquellos productos que necesitan. Por el centro pasan unas 36 personas divididas en cuatro grupos cada semana con el fin de evitar “que se formen colas”. Cada familia o persona recibe una puntuación en la que 28 es el máximo (familias numerosas). Las situaciones de hambre son muy variadas, hay personas solas que viven en una habitación y que no les llega para comer, gente que fracasó en sus negocios y vive con una pequeña renta, jubilados con rentas muy bajas, madres solteras con niños... . Y gente sin trabajo o trabajo “muy precario”. Desde que arrancaron en 2013 han pasado de las 60 familias viviendo en habitación a 48 gracias a las soluciones que en materia de vivienda han aportado tanto el Gobierno de Navarra como el Ayuntamiento de Pamplona.
Sin embargo, en este último año ha habido un aumento de alrededor de doce nuevas familias en situación de emergencia habitacional. “Hay familias que aceptan viviendas en pueblos de Navarra a través de la bolsa de vivienda del Gobierno con todo lo que ello supone”, remarcan.
”Nos vienen familias inmigrantes, latinas y africanas, pero también gente de aquí de toda la vida con problemáticas de vivienda. Muchas familias han tenido que dejar barrios como Milagrosa o Rochapea por el problema del alquiler y están saliendo a pueblos”, explican. Se ha producido además un repunte de la inmigración procedente de Honduras, Venezuela y Colombia, además de una mayor presencia de mujeres nigerianas que llegan de otras comunidades del sur del país tras haber abandonando la prostitución.
Con la actual renta básica cualquier familia accede al año de residencia si tiene menores a cargo. Dora y María señalan que además de vivienda y comida se empuja el empoderamiento de muchas de estas mujeres. “Buscamos integrarlas y queremos promover más actividades para que haya un espacio de relación. Tenemos varios proyectos”, remarcan.
Dora asegura que la mujer latina es más autónoma porque “llevamos muchos años trabajando en diferentes frentes en nuestros países y tenemos más coraza”, en cambio en el caso de las mujeres subsaharianas, son más de “echarse encima el sufrimiento a la espalda y de callar, necesitan un mayor empuje”. “Ésta es la mejor terapia que tenemos para las mujeres, somos como una gran familia y se les acompaña cuando necesitan acudir a algún recurso”, admiten.
María coge de la mano a Alexandra para que esté más cómoda durante la entrevista. Tiene 52 años y tres hijos. Lleva siete años en Pamplona y hace 18 que llegó a nuestro país procedente de Ecuador. Ahora reside en una vivienda de alquiler de Nasuvinsa en Txantrea por la que paga 70 euros. Llegó de Ibiza con una dura historia de violencia de género. Las lágrimas lo dicen todo. Cobra la renta garantizada pero le gustaría trabajar. En Apoyo Mutuo ha encontrado una cesta para cuatro bocas (16, 15 y 14 años), además de asesoramiento en materia de vivienda y muchos abrazos. En el centro de Matesa reparten entre 1.500 y 2.000 kilos de fruta y verdura además de otros tantos kilos de paquetes envasados. También hay abierto un ropero donde las mismas familias aportan prendas que luego se venden a precio simbólico para ayudar a la asociación a pagar el alquiler del local y que se suma a una aportación de un euro al mes.
estigma En Elkarri Lagun-tza lo más importante no son los alimentos “somos las personas”, aseguró Tere González, de la PAH del Casco Viejo, durante el acto de inauguración. La sociedad tiene varias “vías para acabar con la estigmatización que causa la pobreza”, subrayó. Una de ellas es comprender que “la línea entre encontrarse en pobreza o no, es muy delgada y no se elige”. Otra, abundó, es apoyar a las personas a través de prestaciones como la Renta Garantizada que “faciliten la vida de las personas”. Y una tercera es contar con redes sociales que signifiquen “solidaridad, empoderamiento, compañía frente a la soledad, empatía, amistad... apoyo mutuo” y que aborden además “todo tipo de retos o carencias como falta de vivienda, apoyo escolar, derechos de las mujeres, empleo, alimentos, papeles... frente al desconcierto y temor que viven muchas familias”.
Entre los invitados al acto estuvieron presentes cargos del departamento de Vivienda del Gobierno foral (Javier Etayo) y del servicio de Inclusión (Agustín Otazu), de Nasuvinsa (Pilar Ruidavets), y del Ayuntamiento de Pamplona (Edurne Eguino). También acudieron de la Fundación Caja Navarra, de la Caixa y de Caja Laboral como entidades colaboradoras. En la lista figuraba también Joaquín Fernandez del Banco de Alimentos de Navarra y Luis Dobarro de Cruz Roja, y nombres del centro de reparto de Berriozar, del Capacico de Tudela, y de la PAH de Sanduzelai, junto al arquitecto Teo Ronco y Javier Diaz y Manolo Andrés de IWER.
El colectivo tienen más de 40 personas en lista de espera. Trabajo no les falta.