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El último carpintero de lo Viejo se va dejando la persiana abierta

Ramón Satrústegui, el último carpintero del Casco Viejo, se jubila. Pero su taller no desaparece, cambia de manos y conserva el oficio en el barrio

El último carpintero de lo Viejo se va dejando la persiana abiertaUNAI BEROIZ

pamplona - Tras casi 50 años trabajando, a los 63, a Ramón Satrústegui Guembe le ha llegado el turno de jubilarse. Un hecho que pasaría desapercibido si él no fuera el último carpintero que sobrevive en el Casco Viejo de Pamplona. Pero la jubilación de Satrústegui no dejará sin taller de carpintería al centro de Iruña. A partir del 30 de junio su local lo ocuparán Igor e Iñaki Monje Arrastia. “Yo me voy pero se la voy a pasar a estos chavales, la carpintería sigue. Creo que este local puede seguir dando un buen servicio al barrio”, afirma Satrústegui.

“Estoy harto de trabajar”, dice en tono de broma. Nacido y residente en Puente la Reina/Gares, Satrústegui lleva en el mundo laboral desde los 14 años. Los 22 últimos al frente del taller de carpintería en la calle Santo Andía, al que se desplaza cada día desde Valdizarbe. “Empecé de carnicero, y luego trabajé de camarero unos años. Pero a mí lo que me gustaba era el mundo de la carpintería y me intentaba buscar un hueco”, recuerda. Sus primeros pasos en el oficio los dio con su amigo José Luis. “Cuando tenía 31 años empezamos a trabajar juntos, él era el que sabía y yo buscaba meter el morro”, reconoce Ramón Satrústegui.

Pero esto fue después de que, entre la barra del bar y el taller del carpintero, se tomara dos años completos para realizar un gran viaje. “Me recorrí toda Latinoamérica”, expresa. A su regreso y con más aplomo en el oficio, comenzó a buscar un local donde establecerse por su cuenta. Y así dio con Javier Asiáin, fallecido el pasado verano, que vendía la su carpintería en la calle Santo Andía 3. “Yo tenía ganas de ponerme por mi cuenta pero me daba un poco de vértigo porque no tenía mucha experiencia. Le pedí que se quedara conmigo un tiempo y aceptó”, relata Satrústegui su buen recuerdo de quien fue, de alguna manera, su segundo maestro.

testigo de su entorno En aquellos años, mediados de los 90, Satrústegui recuerda que en el Casco Viejo convivían más carpinterías. “Fueron cerrando porque se fueron jubilando y hoy las carpinterías necesitan naves más grandes y aquí son más pequeños. La crisis también tumbó a muchos, pero eran empresas más grandes y que trabajaban en torno a la construcción”, cuenta.

Satrústegui no tuvo esa relación tan cercana con el sector y se focalizó más en las necesidades del vecindario que le rodeaba. “Llega el invierno, por ejemplo, y las puertas de los portales se hinchan y tú que estás aquí vas y lo arreglas. Hay mucho arreglillo de ese tipo que tienes más posibilidades de hacer estando en lo Viejo”, afirma. Así Satrústegui ha reparado infinidadad de puertas, contraventanas, persianas y demás mobiliario “en un par de horas de trabajo”, por estar afincado en el barrio. Por eso, Satrústegui cree que su pequeño taller “puede seguir dando un buen servicio al barrio”.

Trabajar para vivir En los 22 años hubo un tiempo en el que Ramón Satrústegui no trabajó solo. Durante unos años le acompañó Mikel Munárriz, hasta que un accidente separó sus caminos. Hoy las fotos de Mikel marcan su paso por el pequeño taller. Después Satrústegui metió a otro joven carpintero en nómina hasta que decidió abandonar el taller.

Tras esto, reconoce que se acostumbró a trabajar sólo. También se aplicó como máxima el famoso “trabajar para vivir y no vivir para trabajar”. “Cuesta aprender eso, pero mi mujer también trabaja y me basta con sacar lo necesario para mi familia”, añade.

el relevo Tras una vida trabajando Satrústegui reconoce que su oficio le sigue enamorando “estás todo el día diseñando y creando, a mí me gusta eso, pero quiero jubilarme también”, ríe. El próximo 30 de junio es la fecha que marcará la transición entre carpinteros. Los hermanos Igor e Iker Monje se harán cargo del taller.

De padre ebanista, los hermanos buscan en la calle Santo Andía un local para comenzar su negocio. Serán los terceros carpinteros en el local y llegarán con el objetivo de seguir dando servicio y “atendiendo al barrio”, expresa Igor, una atención que dice “normalmente no se tiene cuenta”, pero que vale, y mucho, la pena.