- Tapiados sus recovecos, casi escondidos entre la maleza, el Fuerte Alfonso XII -bautizado así simplemente porque el rey lo visitó y decidieron ponerlo a su nombre- luce ahora parcialmente destruido pero en su estructura se adivinan todavía muchas piezas que fueron todo un avance para la época, tal y como explica el investigador y vecino de la Txantrea Iñaki Ustárroz.

El ingeniero Luna y Orfila, que fue el encargado de redactar el proyecto de construcción, estudió el terreno próximo al monte San Cristóbal y encontró en Berriozar un manantial de curso constante durante todo el año. Después de “concienzudos estudios”, propuso la compra del manantial y del terreno anexo para subir el agua hasta las obras del fuerte por una tubería prácticamente recta y de pendiente constante. “Es la primera vez que en la Península se resuelve un problema de estas características”, afirma Ustárroz.

Se adquirieron en Inglaterra dos máquinas de vapor para bombear el agua hasta el fuerte y accionar las trituradoras de piedras, además de las tuberías de hierro que, empalmadas unas a otras, conducirán el agua hasta la cumbre. “El cargamento llega al puerto de Bilbao y desde allí se transporta hasta Berriozar en carros tirados por bueyes”, apunta Ustárroz, mientras señala los restos del antiguo depósito de agua. “En la cumbre se construye una torre hexagonal en uno de los puntos de mayor cota, que alojará un depósito previo de hierro, provisional, para abastecer las necesidades de la obra y del consumo de los trabajadores”.

Explica el profesor, que ha investigado mucho, que una de las obras más destacadas del fuerte es el gran aljibe soterrado previsto para almacenar agua durante períodos muy largos. “Una red tupida de tuberías secundarias distribuía el agua a todas las dependencias en las que fuese necesario: servicios, cocinas, fuentes de boca, almacenes, viviendas de oficiales, barracones de tropa, calefacción, etc. Esta importante instalación de abastecimiento de agua causa admiración entre los expertos militares, según se desprende de las opiniones mostradas en las publicaciones internas del ejército”.

Pero lo más llamativo, dice, es que estuvo a punto de construirse un funicular: “El responsable del proyecto, el tal Luna y Orfila, realizó un estudio para construir un tren elevado desde Berriozar hasta el fuerte mediante el cual abastecer la obra de materiales. Incluso, se llegó a estudiar el inicio de dicha instalación en la estación de ferrocarril del norte, que ya existía. Así, los materiales que llegasen por tren, subirían directamente hasta el fuerte”. El Ministerio de la Guerra estudió la propuesta, y a punto estuvo de aprobar su construcción. Finalmente se desaconsejó por el elevado coste de mantenimiento de las sirgas de acero y sus soportes.

Y es que resultaba complicado abastecer los trabajos de piedra de sillería, cascajo y arena. Los costes de transporte por la carretera de acceso mediante carros alquilados a los vecinos de la zona resultaban muy gravosos así que finalmente se instaló una trituradora de piedra adquirida en Francia. En el Estado jamás se había utilizado un mecanismo de este tipo, y se instaló igualmente un sistema de ferrocarril de obra que facilitaba considerablemente el desplazamiento de materiales por toda la superficie. La construcción del Fuerte de San Cristóbal costó 10.166.750 pesetas. La adquisición de la trituradora supuso un ahorro de dos millones.