Pamplona encendió sus luces por San Saturnino. Pero a la ciudad le faltaban los belenes para asomarse definitivamente a la Navidad. Baluarte vuelve a acoger –se trasladó a este lugar desde los bajos de Cristo Rey hace diez años– la exposición que organiza la Asociación de Belenistas de Pamplona. Y son ya 71 ediciones de forma ininterrumpida. Abre hoy al público con 38 propuestas de todos los formatos, estilos y temas para perderse y curiosear. Una cita ineludible de estas fechas por la que el año pasado pasaron más de 32.000 personas, recuperando las cifras previas a la pandemia.

Alrededor de 150 artesanos han dado forma a esta exposición en la bajera de la asociación en San Jorge, “que no sabemos si con la lluvia encoge, pero que cada vez se nos hace más pequeña. Por eso hemos hecho algún belén menos que el año pasado, porque el local son los metros que son y cada vez estamos más belenistas”, explica Pedro Javier Martínez, presidente de una asociación de la que forman parte 660 personas.

Este año no hay cronología ni orden en los belenes. “Algún año sí lo hacemos, pero en general se deja libertad a la gente para que elija el tema que quiera”, dice Pedro. Para esta edición, “que fue una decisión de prácticamente todo el mundo, hemos repetido un belén que ya expusimos hace unos años. Celebramos los 800 años del primer belén, que fue una misa que organizó San Francisco de Asís en una cueva en Greccio, un monasterio italiano”. Por lo demás, “hay una línea continuista en el buen sentido. Porque luego hay mucha variedad cromática, de construcciones y estilos”. Martínez reconoce que “nuestro fuerte es la cantidad de socios que tenemos, el local de trabajo y esta exposición, que es lo que nos da la salud. Porque además con las demostraciones de la técnica y estando nosotros aquí, siempre enganchas con gente que está interesada, y algunos se apuntan al cursillo. El gusanillo lo vas manteniendo”.

Algunos nacimientos

Óscar Larráyoz ha realizado un belén con su pareja Izaskun Sainz. Este informático decidió apuntarse a la asociación para “hacer algo completamente diferente, porque si no estás todo el día con ordenadores. La idea era cambiar y hacer algo más manual”. El año pasado montaron su primer belén y esta edición se han encargado de la propuesta infantil y recrean el mundo de Mary Poppins. “Hemos mezclado la primera película, que la conoce mucha gente mayor, y la última, que la conocen más niños. Y hemos añadido también la parte de los libros, que no es tan conocida”. Su belén tiene cuatro zonas diferenciadas: la casa de la familia Banks y del capitán; la casa de la segunda película –con la habitación que gira el primer miércoles de cada mes–, una réplica de la librería Hatchards de Londres y la casa original de Pamela Lyndon Travers, creadora de la famosa niñera de ficción; el parque con los cuadros dibujados en el suelo en tercer lugar; y el mundo mágico para terminar.

Por su parte, los Ortiz (los hermanos Alfonso y Víctor y Aitor, hijo de este último) han reproducido un belén clásico a partir de unas figuras de los años 40 “recuperadas de un monasterio de Madrid y que iban a tirar a la basura. Son posiblemente las figuras más grandes que se han puesto en los 10 años que llevamos en Baluarte, y hemos decidido hacer un homenaje a esos belenes parroquiales que se ponían en los años 50”, detalla Aitor. “En la asociación siempre intentamos que haya belenes que apunten hacia las nuevas tecnologías, y otros que conserven en esas antiguas tecnologías”. Madera de cajas de fruta y de chopo de las orillas del Irati, muros de piedra real donde suele haber poliespán, forraje e incluso pienso para que tomen asiento la mula y el buey completan esta propuesta.

En el lado opuesto, el grupo de Sagrario Arraiza ha jugado con todas las técnicas que ha podido en un belén que recrea los acantilados de Zumaia. En su anunciación a los pastores se hace de día y de noche, a ratos llueve y a ratos no y a ratos incluso nieva, el ángel aparece y desaparece, un espejo duplica el tamaño del corral de las ovejas, suenan truenos y se escuchan gaviotas, un faro se enciende o apaga y sale humo del puchero de los pastores. Hasta se les ha colado un dragón: “Un día en la asociación un compañero me dijo que el paisaje le sonaba de algo... le comenté que igual era de Juego de Tronos y me respondió que solo falta el dragón... Y me han dejado ponerlo”. Una de las muchas sorpresas que esconde la exposición.