Ni siquiera hace falta poner a prueba al paladar. Basta con mirar para engancharse, salivar, aceptar sin más juicio que todo está riquísimo y quizás hasta engordar. Tartas, cupcakes, brownies y bizcochos elaborados artesanalmente, con mimo, uno a uno, en perfecta formación sobre el mostrador o tras una vitrina. El obrador que acaba de abrir en la calle Mutilva Alta de Lezkairu hace honor a su nombre Kutixi –capricho o delicatessen en euskera– y ofrece lo que promete. Ni más ni menos.

La pamplonesa Elisa Gorrochategui, de 35 años, confirma así su cambio de rumbo profesional: del periodismo y la comunicación al reino del dulce. “Siento que sigo conectada al mundo de la comunicación. Al fin y al cabo la repostería es una forma de comunicarse pero a través de los sabores, los colores, las formas… se trata de una expresión artística pero de corta duración”, dice en la carta de presentación de su web.

Y explica de forma muy sencilla por qué le tira tanto la repostería. “Hace muy feliz a la gente. Es algo muy agradecido y lo disfrutan”, opina. 

Kutixi se estrenó hace diez días y el barrio les ha recibido con los brazos abiertos. Vuelan la tarta de zanahorias, la de queso y las cupcakes de Kinder, reconoce Laura Juaristi, que atiende a la clientela en mañanas tranquilas y tardes que se complican a la hora de merendar, cuando el hambre y las ganas de un capricho son más grandes que el local.

Mientras tanto Elisa se esmera, se hace al lugar y va buscando su ritmo en el obrador de la habitación contigua, al que acaba de incorporar a una trabajadora. La cosa funciona

Antes le relajaba hornear postres, pero “ahora me estresa. Ha sido el cambio de cocinar en mi casa tranquilamente, al obrador. Sobre todo ahora, en estos primeros días, en los que no sabes muy bien la cantidad. El primer día no sabía si se iba a vender o no, y tuve que reponer de todo porque se fue agotando”, dice.

Elisa prepara tartas tipo Red Velvet –delicado y esponjoso bizcocho de terciopelo rojo cubierto de capas de crema de queso– zanahoria o queso “de distintos sabores que voy sacando en función de lo que le va gustando a la gente. Empecé con una de chocolate de moca, de oreo y queso normal...”.

La tarta de Red Velvet, un delicado y esponjoso bizcocho de terciopelo rojo cubierto de deliciosas capas de crema de queso. Unai Beroiz

También cupcakes de Ferrero Rocher, vainilla o elaborados con cerveza Guinness; brownies con nueces, caramelo salado o galleta Oreo; y bizcochos de calabaza y chocolate, té matcha o arándanos. Un escaparate sujeto a la voluntad de la repostera, porque “voy probando y dando rienda suelta a la imaginación”.

Cupcake de Kinder Bueno, un bizcocho de chocolate con trocitos de Kinder y una cremosa crema de avellanas. Unai Beroiz

Realiza encargos –la semana pasada no pudo porque no daba abasto– siempre que se hagan con tres días de antelación para las tartas básicas y una semana para las personalizadas. "Cuanto antes mejor porque la producción es limitada, y a partir de 15 raciones, porque lleva un trabajo. Mucha gente está comprando también para llevar. A la mañana y a la tarde”, dice además. Como no solo se vive de dulce, la oferta incluye las clásicas tostadas con aguacate, tomate, jamón o salmón. Y para beber cafés, latte o frappé, infusiones y smoothies.

La historia de Kutixi

El suyo es un proyecto que nace “de un proceso de cambios y evolución”. Desde pequeña a Elisa le gusta este mundo y siempre acompañaba a su madre, que no era mucho de dulce, en la cocina. Más allá de algún bizcocho o tarta de queso “no había manera” de que hiciera repostería.

En la universidad descubrió los blogs dedicados a cupcakes y repostería americana y “me picó la curiosidad. Hice mis primeros cupcakes sin saber que marcarían tanto mi vida”.

Seguía estudiando Periodismo y en sus ratos libres “compraba más y más material de cocina. Y al mudarme a Inglaterra descubrí las cafeterías y salones de té con pasteles como sacados de un cuento. Probé sabores, ingredientes y compré libros por encima de mis posibilidades”.

Se mudó a Madrid, hizo un máster y empezó a trabajar de ¿lo suyo? Porque seguía enfrascada con la repostería, y cuando llevaba postres a fiestas sus amigos le sugerían que se dedicara a eso. “¿Cómo voy a dejar mi trabajo? Me parecía una locura después de todo lo que me había costado dedicarme a lo que quería, tener un puesto que me gustaba...”.

A Elisa le entraron más tarde ganas de regresar a Pamplona, volvió y siguió vinculada a la comunicación. Su vida “dio un vuelco” con el fallecimiento de su madre, y poco después llegó una pandemia en la que pensó: “¿qué estoy haciendo con mi vida?”. Había tomado una decisión. “La repostería era a lo que quería dedicarme de verdad, y comencé a formarme realizando cursos en diferentes ciudades para poder dar lo mejor de mí”. 

Tras un proceso muy largo, con unas obras del local que se eternizaron, Elisa “ya no tenía ni ilusión por abrir”. Hasta que, por fin, Kutixi se ha hecho realidad. Y “ver que a la gente le gusta y sale contenta es una alegría”.