Hoy tocaba viajar hacia el mediodía, por tanto, y aprovechando que era el último día en nuestra sede jerezana, desde el punto de la mañana dábamos vueltas por la ciudad recogiendo las compras que teníamos previstas. Detalles que te piden, y ricas viandas y bebidas de estas tierras, que tenemos buen maletero. Además, el amigo Manolo Sotelino quería hacerme una entrevista para su programa de la tele de allí, en su semanal taurino andaluz, y el lugar elegido era en la Alameda Cristina, junto a los chorros del Mamelón, que a pesar de ser la primera semana de febrero, el tiempo es muy agradable, incluso a estas primeras horas, y quería hacerlo al aire libre. Y como diría Miguel Induráin, allí estuvimos.

Realizadas las faenas, nos ponemos en marcha camino del puente de hierro de La Barca de la Florida, paso obligado para llegarnos hasta San José del Valle, y por ende, a la casa que hoy nos toca. Ni siquiera paramos en Venta Durán para reservar mesa. Una llamada del conocedor del ganadero Gallardo nos lleva directos a la finca. Nos dice Alfonso que tiene ya todo reservado, y que está en labores alejado de la zona de los toros. Como el campo es un no parar, hoy toca estar con nuevos cercados en la zona de las vacas, por lo que me deja la pick up con las llaves puestas y me marca el corral donde se encuentra lo de Pamplona. Ir viendo todo lo que quieras, y cuando regrese vemos un par más que están en otra zona.

Toro típico de Pamplona. Patxi Arrizabalaga

Aparcamos y, además del piensero, el hombre que se dedica a recorrer cada cercado con el tractor y el mezclador unifeed echando de comer a cada lote, en la zona de las cuadras se encuentran dos vaqueros de la casa regando a un par de caballos, y allí me acerco a saludarles. Vienen de correr a los toros. Los de Pamplona no los hemos tocado, me dice Kiko, que además de vaquero, también es picador en muchas cuadrillas, y lleva muchos años junto a Alfonso. Y tras la breve charla ya tengo más claro donde están todos los lotes. Nada más pasar la entrada, a la derecha, en lo alto se ve buena leña, y me confirma Kiko que eso es lo de Madrid, plaza a la cual vuelven varias veces este año. Y me canta lugares de cada encerrado. Los de Pamplona ya los vas a ver tú, se ríe. Como que no se diferencian del resto. Y sin decir nada más, salvo que están por si necesitamos algo, cogemos el todoterreno y nos ponemos en marcha. Tanto Gabino como David conocen ya esta casa, pero ir solos por ella es su primera vez, así que voy guiando al chofer del viaje por los correderos. Paramos en el centro a ver Valencia. La primera de primera esta temporada. De hecho, para cuando lean esto ya está lidiada. Y, en un rato le pido abrir una cancela a Gabino, que a estas alturas de viaje refunfuña de tanta cancela que abre y cierra. Y las que te quedan, reímos los de la parte de adelante del coche. Aunque hoy va a tener algo de suerte, ya que la estructura inteligente de esta finca dispone de muchos pasos canadienses, dejando el viaje sin tantos parones. Aunque ahora toca parar. En el gran corral al que entramos se encuentran siete toros, dos castaños y cinco negros. Con la mayor de las cautelas, nos quedamos en el centro dejando el sol escondido entre las nubes a nuestra espalda. No hace falta echar una hora allí. Enseguida vemos todos los toros. Han comido hace rato y están tranquilos, aunque se escucha mucho aturreo por toda la zona. Los toros están anunciando cambio de tiempo. El parte dice que viene agua en un par de días. No nos hacen mucho caso, y uno a uno van cayendo las fotos, de unos toros que son un taco.

Hermoso castaño para llenar la Estafeta. P.A.

Y es que hace unos lustros que en esta casa el toro tiene una presentación de primera. Caras de Pamplona, hablamos, alguna de dar verdadero pánico. Estamos muy cerca, y a pesar de lo que digan de las fundas, la punta del pitón está aireada al final de ellas, y eso determina lo grande de todas las encornaduras que vemos. Y los pechos del tal, y mira que pencas tiene el cual, hablamos de sus números, que como comprenderán no se los vamos a cantar. Nos queda mediodía por delante hasta comer, así que damos la vuelta entera por la finca. Vamos a ver erales y utreros. Vemos todos los lotes y damos la vuelta al corredero donde, desde arriba la vista de toda la zona es inmensa, dominado todo por la sierra de Grazalema al fondo. Y no nos olvidamos de cruzar el camino de entrada para ir a ver los lotes de Madrid. Allí toca de nuevo echar mano del cancelero. Vemos que hay toros de sobra para muchas plazas de primera, pero cuando estuvimos en lo alto de la finca viendo a mí me parece que la finca está bastante vacía de bureles.

Regresamos a la casa del mayoral. Allí está ya Alfonso organizando cosas con su gente. También están su mujer y sus suegros que están de visita, a los que saludamos y quedamos para comer todos juntos en la localidad cercana. Pero antes tenemos que ver ese par de toros enlotados junto a los siete que estaban juntos. Los tiene en otra zona junto a utreros. Se pegan entre ellos, es la pregunta. Uno de ellos es nervioso, así que mejor alejarlo del resto por ahora. No son seguros, pero los dos nuevos números que vemos conforman un encierro más que de sobra para los corrales del Gas. De hecho sólo ocho viajarán hasta allí. Y del resto, pregunto. Parece vacío. Y nos confirma que lidian mucho menos que años atrás. No llegamos a doce corridas de toros. Sorprendente, tras años de decenas de festejos.

Pasadas las dos volvemos a la Venta donde Cris y toda su gente nos recibe con alegría. Allí, en familia, echamos una larga y buena tarde. Y de nuevo, a oscuras entramos en Jerez. Últimas despedidas, que mañana, sin amanecer aún, pretendemos dejar esta gran ciudad camino del centro de la península. Toca España hacia arriba. l